Cuesta imaginar a Bernat Soria, nuevo ministro de Sanidad, en el mismo despacho del paseo del Prado donde una fría mañana de enero del 2001 la colega y entonces ministra Ana Pastor le comunicó la apertura de un expediente por emplear células humanas. Más extraño será verle sin su bata blanca, alejado de un laboratorio errante y de su búsqueda para solucionar la diabetes, una enfermedad a la que ha dedicado su actividad investigadora y que, junto a grandes logros científicos, le ha reportado sonados quebraderos políticos y sinsabores.

Alicantino, de 56 años, su rostro refleja tal humildad que podría pasar por un simple médico si no se le oye hablar con la propiedad de la que están dotados los grandes científicos para acercar los temas más crípticos a los profanos en la materia. Médico y catedrático de Fisiología en la Universidad de Sevilla, es un científico atípico que no esquiva ninguna aparición en público y que ha ido buscando por el mundo, hasta Singapur, un lugar donde poder seguir sus investigaciones.

Pionero en España en el estudio de células madre, su firme apuesta por no excluir de la investigación ninguno de los tipos de células (adultas o embrionarias) le llevó a duros enfrentamientos con los gobiernos del PP, que acabaron con su salida de la Universidad Miguel Hernández de Alicante. Tras el veto del Gobierno de Aznar, poniendo buena cara al mal tiempo, Soria tuvo el tesón de recorrer varias veces los 15.000 kilómetros hasta la isla de Malasia y poder investigar allí con células embrionarias para continuar su compromiso con los diabéticos de lograr una terapia que les libere de inyectarse insulina.

La Junta de Andalucía apostó por el investigador, que nunca ha ocultado su tendencia política hacia la izquierda y se ha dejado ver en algunos actos socialistas.

Aunque hasta ahora vivía en Sevilla, nunca ha dejado de ejercer de valenciano. Incluso presume de su tía Amparo Roca (la tía Amparito), conocida por el pasodoble que lleva su nombre y que usa de melodía en el móvil. No piensa quitarla, a pesar de que los manifestantes antitrasvase del Ebro la usaron como himno.