El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el todavía líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, compartían el deseo de no convertir el debate parlamentario sobre la ley de abdicación en una discusión polarizada entre partidarios de la monarquía y defensores de la república. El jefe del Ejecutivo intentó dejarlo claro desde un primer momento. "La forma política del Estado no está en el orden del día de la sesión"; "España es una monarquía parlamentaria con hondas raíces históricas porque así lo quieren los españoles", dijo Rajoy durante el discurso con el que abrió la sesión. "No vamos a votar la sucesión del Rey Juan Carlos I por su hijo el Príncipe de Asturias. No. Eso ya lo votamos aquí, en esta Cámara, en el 78, y se ratificó ampliamente por referéndum ...", aseveró durante su turno Rubalcaba, sin obviar alguna puntualización acorde con el debate interno vivido su propio grupo estos días: "Los socialistas seguimos sin ocultar nuestra preferencia republicana, pero nos seguimos sintiendo compatibles con la monarquía parlamentaria", dijo.

Rubalcaba defendió la aprobación en las Cortes de una norma necesaria para facilitar el adiós del actual Monarca y avisó, en contra de las tesis a la que algunos grupos de izquierda se han aferrado a raíz del resultados de las europeas, de que no existe una "soberanía real y otra popular". Y ensalzó la aprobación por amplísima mayoría --299 votos a favor, 19 en contra y 23 abstenciones-- de la ley de abdicación que se produjo ayer en la Cámara baja. Pero también, y esto sí a diferencia de Rajoy y en consonancia con otros portavoces de la oposición, propuso aprovechar el relevo en la jefatura del Estado para acometer reformas.

En el que pudo ser su último discurso (aplaudido por socialistas y populares) como portavoz del PSOE, Rubalcaba, que prontó será relevado en un congreso de su partido, aconsejó que se abra un "tiempo nuevo", asociado a la llegada de un nuevo Rey, que conlleve reforma de la Constitución en clave federal. Esa derivada, la de la revisión del modelo de Estado y la regeneración de las instituciones, también le resultaba incómoda a un Rajoy que, ayer, pretendía ceñirse a un guion en el que alababa el papel de Juan Carlos I durante 39 años de reinado y mostraba su confianza en el que en breve será proclamado como Felipe VI, quien, a su juicio, "valora extraordinariamente" la diversidad de los pueblos del país.

Así, Rajoy y Rubalcaba exhibieron ayer su férreo pacto para defender la Corona en momentos convulsos, pero discreparon, sin abandonar el tono solemne que caracterizó las intervenciones de ambos, a la hora de interpretar el futuro. A la hora de traducir en propuestas el tirón de orejas que, el 25 de mayo, le llegó al bipartidismo desde las urnas. El secretario general de los socialistas, ya de retirada, sugirió hacer frente al órdago soberanista catalán (de ahí su propuesta de reforma de la Carta Magna) así como a la desafección. Rajoy se limitó a recordar a aquellos que desean una modificación de la Carta Magna, sea del calibre que sea, que deben plantearla en el Congreso.

Pero le tocó escuchar a Rajoy quejas y análisis sobre el modelo de Estado de todo tipo. Incluso oír algunos vivas a la república (ya fuera a la española, a la catalana o hasta a la de Euskal Herria). Eso sí, evitó dar la réplica y, por tanto, respuesta a tan delicados asuntos.