De llevarse a cabo, el trasvase desde Valdecañas supondría la detracción de más de 200 hectómetros cúbicos de agua al año del embalse cacereño, según aseguran desde el Gobierno murciano. Su destino sería básicamente la agricultura, pero también se utilizaría para consumo humano, abastecimiento del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel e incluso para el suministro de superficies urbanísticas y turísticas. Pero, ¿reúne ese agua las condiciones mínimas para estos usos?

El conseller de Agua y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana, José Ramón García Antón, ha reconocido en los últimos meses que depender solo de las aportaciones futuras de Valdecañas sería inviable por su mala calidad. Los datos de la Confederación Hidrográfica del Tajo, a partir de los análisis periódicos que realizan a lo largo del cauce del río, también lo corroboran. Su PH --el indicador que marca su acidez--, por ejemplo, está próximo a los límites para el riego o el uso humano --con índices de 8,8 en determinadas épocas del año, cuando los parámetros normales varían entre 4,5 y 9--.

"Esta claro que no es nada buena. Según los análisis que nosotros hemos hecho, roza el umbral de ser catalogada no apta para el riego", explica Javier Moreno, presidente de la Comunidad de Regantes del Plan de Riego de Valdecañas, con cerca de 6.700 hectáreas de regadío. "En verano se pone de color verde, aparece un gran volumen de algas, no se oxigena y provoca la mortandaz de un gran número de peces en el embalse", agrega antes de reconocer que le resulta "imposible" beber el agua potabilizada de los municipios que se abastecen de esta represa. Según sus palabras, "con solo abrir el grifo ya huele".

Una de esas localidades es Almaraz. El 100% de su abastecimiento depende de la toma de Valdecañas. "Su calidad es bastante nefasta. Hemos tenido que modificar y adaptar la planta potabilizadora para obtener un agua óptima para el consumo", reconoce la alcaldesa, Sabina Hernández, que también admite el mal olor y sabor del agua suministrada. De hecho, incluso cuenta con un técnico dedicado a controlar continuamente los parámetros del suministro y el consistorio ha apoyado un proyecto mancomunado para traer agua desde la presa de La Veguilla, del río Tiétar.

Sabina Hernández rechaza el trasvase y aboga por un nuevo plan hidrológico que garantice este recurso en cualquier punto del país: "Los problemas vienen por el escaso nivel del embalse --tiene una capacidad de 1.446 hectómetros cúbicos, aunque sus reservas medias en los últimos 10 años han oscilado entre los 600 y los 700, y actualmente está en 910-- y los vertidos procedentes de Madrid y Toledo. Si extraen más agua su calidad empeorará más".

También Saucedilla tiene una toma de Valdecañas, aunque su principal vía de abastecimiento es un manantial local. "Es un agua muy dura, con mucha cal. Hay que tratarla muy bien para poder utilizarla; depurar y potabilizarla. Pero ni con esas la gente la bebe. Los vecinos la rechazan, porque es mala incluso para lavar la ropa, que queda muy rígida", se explaya el edil de la localidad, Urbano García.

Los regantes de la zona están cambiando las tuberías porque la acidez del agua se come el hierro y no pueden plantar cultivos como el tabaco rubio porque daña la planta. Según Javier Moreno, "cuando los murcianos conozcan la calidad de este agua pondrán muchos reparos al trasvase. No solo por el coste de la infraestructura, sino porque costará mucho dinero tratarla".