"Que venga la gente aquí para que ver si esto es o no es una catástrofe. Esto es una catástrofe total. Aquí ha perdido mucha gente y esto tardará en recuperarse y, además, hará daño a todo el mundo porque económicamente no se moverá nada. Es sencillo, si no hay dinero no hay trabajo". Quienes se expresan así son dos albañiles de Navalvillar de Ibor, Jesús Trujillo y Jesús Domingo, que resumen el sentir general de muchos habitantes de los municipios afectados por los incendios de la pasada semana.

Desde Navalvillar es fácil apreciar la magnitud del problema. El municipio, que fue evacuado en la noche del jueves por la proximidad de las llamas, está prácticamente envuelto por el color y el olor a quemado.

José María Baltasar, parado de 41 años, es uno de los muchos afectados en Navalvillar. Asegura que el fuego, además de haberle afectado psicológicamente, le ha quemado 300 de sus 400 viñas, 150 de sus 500 olivos y la mitad de sus 50 castaños. "De recoger más de 3.000 euros a los 1.000 o 1.500 que ganaré este año hay una gran diferencia para mí, porque era una ayuda importante", afirma.

"Esto ha sido una pena", relatan Antonio y su yerno José, que regentan una estación de servicio en Castañar de Ibor, quienes aseguran que las consecuencias serán mucho más graves "cuando empiece a secarse parte de lo que ahora parece que está intacto". Antonio señala que en el pueblo "hay mucha tensión por lo que está pasando" y reconoce que, aunque todavía no se pueden calcular, "las pérdidas serán muy elevadas".

El turismo

La zona de Los Ibores es una de las de mayor encanto turístico de la región, "pero ya ha empezado a resentirse", sostiene Pilar, la dueña de un restaurante a un kilómetro de Castañar, El Chiringuito, que fue rodeado por las llamas. "El paisaje es desolador, realmente es desagradable verlo así, todo está quemado y este fin de semana ya lo hemos notado, no ha venido casi nadie, las pérdidas por el turismo en la zona van a ser grandes", reconoce Pilar, a quien también se le han quemado dos fincas de olivares en una zona "en la que se vive del castaño y la aceituna" y en la que han ardido muchas hectáreas dedicadas a ello.

No todos piensan así. Marino Vidal, de Navalvillar, cuya familia también ha perdido una finca incide en que "no hay que alarmar, porque el alarmismo no es bueno. No se ha quemado tanto como se ha dicho, aunque es cierto que es una enorme catástrofe ecológica. Todo esto sólo contribuye a que aparezca la picaresca".

Más allá de Navalvillar de Ibor y hasta Guadalupe se extiende un importante pulmón verde que ha permanecido intacto. Pero, a partir de ahí, el paisaje es desolador. Miles de hectáreas calcinadas se extienden hacia Cañamero y Alía, el municipio más crítico con las declaraciones de Ibarra.

En el bar Extremadura, a la hora del café, la tertulia se aviva como las llamas. Casi todos los vecinos de Alía se han visto afectados por los incendios. Los Novoas han perdido 130 hectáreas, Miguel Díaz más de 1.000, Silverio Fraile cuatro de encinar, Justo también más de mil, el centenar de miembros de la Sociedad de Cazadores de Alía, que gestionan el coto del pueblo, una de las mayores fuentes de ingreso, han visto quemarse más de 1.500 hectáreas...

"Si es que sólo en Alía hay más de 12.000 hectáreas quemadas, ¿cómo puede ser verdad que esa sea la cifra total de todos los incendios?, lo que dice Ibarra no es cierto, cualquiera que vea lo que hay aquí se dará cuenta de ello. Sólo las tres fincas más grandes que se han quemado tenían cada una más de mil hectáreas", sostiene Silverio.

"¿En qué país vivimos?, que vengan a ver lo que hay porque hay mucho más de lo que están diciendo. Hay que tomar decisiones y están tirando para atrás", denuncia Luis, un vecino de Guadalupe que junto a su hermana ha perdido más de 100 hectáreas.