Los cuatro presidentes que han protagonizado la historia autonómica de Extremadura coincidieron en señalar que los localismos siguen siendo la asignatura pendiente en la conciencia regional, aunque apuntaron que se ha avanzado mucho en este sentido, superando el tradicional enfrentamiento entre las dos provincias, hasta alcanzar, como gran logro, que exista una conciencia regional antes inexistente.

Así, el actual presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, aseguró que este localismo aflora en cualquier circunstancia "y si no existiera, hubiésemos avanzado mucho más". A su juicio, este sentimiento surge, sobre todo, "cuando alguien se diente agredido por su partido, y se refugia en el enfrentamiento con otra ciudad".

Por su parte, Luis Ramallo, presidente de la Junta preautonómica entre 1978 y 1980, manifestó que, pese a las pugnas entre ciudades "hoy es agua bendita para lo que había hace 20 años, con conflictos por todo: la paridad o proporcionalidad entre provincias, la sede de las instituciones, la capitalidad...", y añadió "todo eso se ha superado, y quizá sea el principal logro del Estatuto".

Su sucesor en el cargo, Manuel Bermejo, que gobernó la región entre 1980 y 1982, incidió en declaraciones a TVEx en que se han atenuado polémicas que en su día hicieron que la vida política extremeña fuese "muy movidita", como la elección de la bandera, la representatividad provincial o la capitalidad.

Mientras, Juan Bazaga, el más efímero de los cuatro, puesto que apenas ocupó la presidencia 23 días a finales de 1982, explicó que "hace 20 años era imposible imaginar que pudiese algún día superarse la rivalidad entre provincias", aunque reconoció la existencia aún de "localismos difíciles de erradicar", por lo que reclamó "un poco de sentido común" a los partidos para no incidir en los agravios entre ciudades.

NI SANTOS NI INOCENTES

En el análisis general, Rodríguez Ibarra destacó que "ya no somos ni santos, ni inocentes, y no porque llegase un milagro, sino porque nos dotamos de un instrumento que nos ha permitido recobrar la esperanza, la confianza y la fuerza".

El presidente de la Junta indicó que "la Extremadura de hace 20 años no se parece en nada a la de hoy, aunque nos sigamos reconociendo como extremeños, y ese ha sido el principal avance, que hemos cambiado sin perder la identidad". Con todo, dijo añorar "aquellos diputados que fueron y ya no son, porque había más nivel, el debate político era más alto, y la convivencia magnífica; había discusiones muy fuertes, pero también la capacidad para mantener las relaciones afectivas".

Como resumen, Ibarra apuntó que "el Parlamento ha perdido categoría y altura, pero la región ha ganado en fuerza y prestigio".

MERECIO LA PENA

Ramallo, por su parte, explicó que los principales desafíos del inicio de la andadura autonómica eran "que el pueblo lo asumiese y que las instituciones funcionasen", y agregó que "ambas cosas se han cumplido".

Según señaló "el ayer fue terrible, pero mereció la pena", y recordó las penurias de la inauguración de la autonomía "cuando en un rincón de mi despacho de presidente, en el convento de San Atón, había un cubo por las goteras, y la Junta empezó a funcionar con 500.000 pesetas que yo le presté".

Al analizar el camino recorrido, el político pacense aseguró que "hoy los extremeños son más felices, y ese era el objetivo".

Bermejo, en su repaso, destacó que, pese a que las posiciones de partida de los distintos grupos políticos eran bastante distantes, "nos pusimos a trabajar para llegar a acuerdos, y hoy el Estatuto cumple 20 años". También recordó como momento más agradable de su etapa el día que presidió la sesión que aprobó el Estatuto, y como más negativo el conflicto por la planta de pellets de Fregenal de la Sierra. Ahora, asegura que "los miles de extremeños que han nacido en estos 20 años serán los que desarrollen la autonomía, y eso es lo más grande para un político".Finalmente, Bazaga comentó que "partimos de cero, como región atrasada y desconocida, y hoy prosperamos a un ritmo impensable, pese a que subsisten problemas como el desempleo y el déficit de infraestructuras".En todo caso, se queda con el afianciamiento del "sentimiento de pueblo, de extremeñidad".