George Psaradakis, el conductor del autobús donde el jueves 13 personas murieron, conmocionado, como los pasajeros supervivientes, por la explosión y con pequeñas heridas, fue atendido en un hospital y por la noche volvió a casa. "Parecía otra persona, estaba como ausente", decía un familiar. "No ha sido fácil ver las cosas terribles que ha visto", añadió su mujer.

El trabajo en el autobús fue más fácil que en el metro. Mucho más complejo fue el rescate, por parte de los equipos de emergencia, de pasajeros con vida de los vagones del metro, y aunque éstos pudiesen salir con bastante rapidez, hasta ayer tarde no se podía acceder a la parte más afectada del tren de King´s Cross, debido a los daños en el túnel. Por la noche, aún había en el tren cuerpos de algunas víctimas mortales.

Igual que hace 16 meses en Madrid, los equipos de emergencias recibieron unánimemente elogios por su comportamiento. Fue fruto de un largo proceso de preparación y ensayos, que comenzó tras los ataques del 11-S. Además, Londres ya tenía experiencia con atentados del IRA.

El gran problema es que durante horas muchos afectados no pudieron contactar con familiares o amigos, ya que la policía anuló prácticamente todas las redes de telefonía móvil. Eso no pasó por razones de seguridad, sino para liberar todo para las llamadas de emergencia.

DESAPARECIDOS Los diarios vespertinos de Londres y las televisiones inglesas ya empezaron ayer a ofrecer imágenes de una decena de personas que se dan por desaparecidas. En todos los casos, son sus familiares los que han alertado de que no saben nada de ellos desde la mañana del jueves. Muchos habían llamado por teléfono justo antes de las explosiones y se encontraban en aquel momento cerca de algunos lugares donde se produjeron los atentados.