Una semana después de que el Alto Mando de EEUU anunciase la captura de Nasiriya, los marines norteamericanos lanzaban ayer una feroz ofensiva en los alrededores de la ciudad --con helicópteros de ataque Cobra, tanques, blindados, morteros y artillería--, sin que lograsen acabar con la resistencia guerrillera que ha causado numerosas bajas entre las tropas invasoras en estos días.

"Estamos muy cerca de controlar Nasiriya y convertirla en zona segura", aseguraba a la CNN el coronel Ron Johnson, jefe de operaciones de la fuerza de choque Tarawa, que trata de proteger la retaguardia de la Primera División de Marines, cuyas fuerzas quedaron aisladas de las líneas de abastecimiento al avanzar hacia Kut sin antes acabar con las bolsas de combatientes iraquís. Nasiriya está rodeada y la unidad Tarawa intenta acabar con los focos de resistencia uno a uno, pero Johnson reconoce que "es difícil distinguir amigos de enemigos" en un territorio desconocido, donde los adversarios a menudo visten ropas civiles y se confunden entre la población local.

MARINES HAMBRIENTOS

En resumen, una situación análoga a la que las fuerzas de EEUU sufrieron en Indochina. Altos oficiales norteamericanos reconocieron ayer a la CNN que "Nasiriya ha sido escenario de la lucha más feroz a la que se hayan enfrentado los marines desde la guerra de Vietnam".

Unos 150 kilómetros al norte de allí, casi en las puertas de la plaza fuerte de Kut, la Primera División estadounidense ha tenido que detener su avance porque se ha quedado casi sin víveres y agua, ya que las columnas de avituallamiento son incapaces de superar las emboscadas enemigas. Esos marines han estado comiendo una sola vez al día, en vez de tres, y dependen de sus raciones de emergencia hasta el punto de que un periodista de la agencia France Presse que les acompaña ha sido testigo de una lacerante paradoja bélica.

Los refugiados civiles que huían hacia el sur con provisiones para el largo viaje entregaron, por las ventanillas del autobús en que viajaban, huevos duros y patatas hervidas a los hambrientos soldados norteamericanos, que engulleron esos alimentos vorazmente sin hacer caso de las advertencias del capitán médico de que podían estar envenenados.

LINEAS LOGISTICAS SUPERADAS

En el otro extremo de la invasión, al norte de Najaf en las posiciones aliadas más cercanas a la capital, Bagdad, un oficial reconocía a la agencia Reuters: "En la práctica hemos superado el alcance de nuestras líneas logísticas". Como quedó patente cuando fuentes militares de EEUU filtraron a la prensa que los mandos de la operación habían ordenado una "pausa" de cuatro a seis días en el avance terrestre hacia la capital iraquí.

A pesar de los tímidos desmentidos del Alto Mando aliado --no es una pausa, sino una "reorganización del campo de batalla"-- se confirmaba así que los planes del Pentágono habían embarrancado ante la inesperada y firme resistencia de los iraquís, sobre todo en las zonas de mayoría shií del sur, en las que Washington contaba con que la población se alzase contra el régimen de Sadam Husein y acogiera las columnas invasoras como libertadoras. También se han corroborado los augurios de los analistas militares de que el precipitado avance hacia Bagdad dejaba el largo frente de batalla a merced de ataques guerrilleros contra las líneas de abastecimiento en la retaguardia.

Los diarios de EEUU han empezado a criticar el exceso de optimismo de la Casa Blanca en sus planes de guerra, así como la imprudencia del Pentágono al comprometer fuerzas demasiado escasas para una estrategia clásica de infantería, en la confianza de que el Ejército enemigo se desmoronaría rápidamente.

EN BAGDAD, BARRIO A BARRIO

"Muchos en la comunidad militar han quedado sorprendidos por el pequeño número de fuerzas terrestres enviadas al escenario de operaciones", explica Timothy Garden, especialista del King´s College de Londres. "Para una ofensiva contra la capital según la doctrina militar, son precisos 100.000 soldados más, por lo que el Estado Mayor deberá esperar la llegada de esos refuerzos, no antes de mediados de abril", añade.

Garden predice una dura batalla de Bagdad, con lucha barrio a barrio y enormes pérdidas en vidas humanas por ambos bandos. Algo que no parecen haber previsto ni el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfled, ni el vicepresidente, Dick Cheney, quienes prometieron una campaña militar rápida y limpia .

Todas las guerras son sucias y también sorprende que los dirigentes políticos que desencadenaron ésta se escandalicen ahora de que los defensores iraquís utilicen todos los medios a su alcance --incluso los ataques suicidas como el que ayer dio muerte a cinco soldados de EEUU-- para detener a las columnas invasoras.