La idea de iluminar los edificios más emblemáticos de Madrid murió de éxito. Había que escoger entre entusiasmo ciudadano y seguridad y se optó por lo segundo. Cientos de miles de personas desfilaron esta semana por el centro de la ciudad, lo que convirtió a Madrid en un inmenso caos y obligó al ayuntamiento a desmontar la decoración luminosa un día antes de lo previsto. El Ministerio de Interior se lo había solicitado para ahorrarse sorpresas y, de paso, tener espacio suficiente donde colocar las vallas que protegen el recorrido.

Desde la madrugada del lunes, madrileños y turistas se echaron a la calle para mirar hacia arriba y admirar los edificios que ya conocen pero que se habían vestido de gala. En las noches del miércoles y el jueves media ciudad se atascó, ya que se calcula que entre 250.000 y 300.000 personas ocuparon el centro. El colapso llegó a afectar a zonas bastante alejadas, como la vía de circunvalación M-30.

Muchos conductores cumplieron la máxima de si no puedes vencerlos, únete a ellos y acabaron bajándose de sus coches en plena calzada, lo que agravó aún más la situación. Cámara o móvil en mano, fotografiaron la estampa para tener un recuerdo. Como consecuencia del tráfico y las apreturas, el SAMUR atendió entre las nueve y las doce de la noche del jueves a medio centenar de personas que habían sufrido caídas leves, lipotimias o crisis de ansiedad. Las riadas de gente obligaron a la policía municipal a cortar la Gran Vía, la calle de Alcalá y el paseo del Prado. Los agentes calificaron la situación del jueves por la noche con una expresión poco técnica pero muy acertada: "Enorme atascón". La normalidad se recuperó en torno a las dos de la madrugada, cuando la gente empezó a volver a sus casas.

Cuestión de fuerza mayor

El vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, pidió ayer perdón a los ciudadanos por quitar las luces y reconoció que fue una cuestión de fuerza mayor. Cobo confesó que dio la orden "con pena" ya que los responsables de la ciudad estaban encantados con la alegría que han visto entre los madrileños.

No ha sido sólo cuestión de seguridad: la gran cantidad de focos, cañones de luz y generadores también quitaba el espacio necesario para colocar todas las vallas que protegerán el recorrido del cortejo nupcial. Además, hubo que empezar a instalar las tarimas en las que se colocarán los periodistas para tener visibilidad. Para sustituir la iluminación, se han usado guirnaldas de flores, setos de más de ocho metros de altura y cestas con buganvillas.

Los ciudadanos de Madrid calificaron de "glamourosa y llamativa" la idea de vestir de fucsia, azul y amarillo monumentos como Cibeles, Neptuno y la puerta de Alcalá. Otros prefirieron adjetivos como "kitsch y cantona ".