Coches con una música tan estridente que hace retumbar los cristales de viviendas y oficinas. Motos que circulan a escape libre. Botellones a altas horas de la madrugada. O simplemente un tráfico excesivo.

Aunque no lo parezca, todo eso tiene efectos directos sobre la salud. Estrés, agresividad, sordera, fracaso escolar... El abanico de consecuencias generadas por la contaminación acústica es interminable, y éste es un problema especialmente grave en España en general y en Extremadura en particular.

El propio director general de Consumo y Salud Comunitaria de la Junta, Pedro García Ramos, reconocía ayer que actualmente hay "mucha tolerancia al ruido", tanto por parte de los ciudadanos como de las instituciones. De hecho, señalaba, en la comunidad hay siete asociaciones que se dedican a luchar por los derechos de los vecinos y no tienen demasiado eco. Como ejemplo señalaba que hasta la fecha ningún ayuntamiento de la región "ha declarado una zona saturada de ruido... y pueden hacerlo".

Y eso que la magnitud del problema comenzó a vislumbrarse tras el último gran censo del Instituto Nacional de Estadística, que señalaba en el 2001 que el 22,4% de las viviendas extremeñas sufrían ruidos procedentes del exterior.

Sanidad y economía

Pero pese al pasotismo generalizado que hay sobre este asunto lo cierto es que los efectos del ruido sobre la salud han sido confirmados por varios estudios sanitarios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo tiene claro. Tanto que define el ruido como "todo aquel sonido que afecta negativamente al bienestar fisiológico o psicológico de las personas".

Malestar generalizado, estrés, trastornos del sueño, pérdida de atención, pérdida de oido, retraso escolar, conductas agresivas... la lista es interminable, especialmente cuando se trata de ruido nocturno que, por lo tanto, dificulta el sueño y el descanso multiplicando sus consecuencias.

Pero el ruido no es únicamente un problema para los ciudadanos, puesto que sus consecuencias afectan directamente a la economía y a la convivencia social. A los evidentes costes sanitarios se suman la baja productividad de los más afectados y los accidentes laborales y de tráfico.

Asimismo, y como bien se pudo comprobar hace unos años en la Plaza Mayor de Cáceres o en la calle John Lennon de Mérida, entre otros puntos, las zonas con más problemas de ruido sufren una importante pérdida de valor de sus inmuebles.

Un estudio sobre este asunto realizado por el doctor Daniel Bernabeu, médico adjunto del servicio de radiodiagnóstico del Hospital Universitario La Paz, en Madrid, concluye que el ruido "debe considerarse como un contaminante medioambiental de primer orden" con "efectos nocivos importantes sobre la salud de la población y su calidad de vida".

Los principales riesgos que sufren los adultos expuestos a una excesiva contaminación acústica, añade, son "las alteraciones psicológicas, la distorsión del sueño, la pérdida de audición y el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias". En los niños el ruido provoca "alteraciones del sueño, problemas respiratorios y dificultad para el aprendizaje y el lenguaje".