Es una chica muy joven, recién rebasada la mayoría de edad y, en lugar de morderse los labios como su madre, suelta toda la rabia que lleva dentro. Con lágrimas en los ojos, con gestos nerviosos, proclama a todo periodista que quiere escucharla que el Gobierno no envió soldados a una guerra, sino a ayudar a los iraquís. "¿Acaso es malo enviar ayuda humanitaria?". Interroga con una mezcla de desengaño y de ira. De incredulidad también. Son más o menos las diez de la noche en la calle de Génova y los militantes, pocos todavía, empiezan a digerir que han perdido.

Al principio eran cuatro gatos. Había, por ejemplo, dos jóvenes clavaditos al hijo mayor de Aznar, un impresentable que apostaba un euro con una periodista a que ganaba el PP y mucho policía en pose pretoriana. Un hombre se ha instalado pertrechado de banderas españolas plegadas en bolsas y con mástiles de plástico, y empieza la cantinela "banderaaas, banderaaas", como un vendedor de helados en la playa. Daba lástima comprobar que Dios no dotó al pobre vendedor de un avezado sentido del negocio.

El voto oculto

En el interior de la sede, la portavoz, Ana Mato, recuerda a los periodistas que hay mucha gente que vota al PP y no lo confiesa cuando le hacen una encuesta. Ana Mato parece una mujer de armas tomar. Pese al porte modosito y la chaquetita rosa de piel, se le intuye genio.

Los llegados a la calle de Génova superan ya el centenar. Pasan coches haciendo sonar el claxon. Sólo en esos momentos los militantes parecen despertar de su amargura. Pero otros vehículos pasan y les gritan "asesinos" y el ambiente empieza a resultar opresivo, la congoja se va convirtiendo en resquemor. El conductor de uno de los coches del que parten increpaciones no calcula que el semáforo, en rojo, le obliga a frenar. Varios militantes del PP se abalanzan hacia allí. La policía les corta el paso. Los agentes, unos 50, cierran la calle al tráfico.

En la atiborrada sala de prensa, donde la concentración de humanidad ha fabricado una atmósfera irrespirable, se corre la voz de que Rajoy va a dar la cara. Cuando sale escoltado por Aznar, Rato, Ruiz-Gallardón y otros popes del PP, hay periodistas que vaticinan la dimisión del candidato. La presencia de Rato ha provocado un murmullo de expectación. Aznar es el único que lleva un lazo negro en la solapa. Todos ellos hacen infructuosos intentos por destensar los músculos de la cara. Todos menos Rato, que tiene la mirada perdida. No se sabe dónde está en ese momento histórico en el que Rajoy recita su epitafio político.

Al acabar, los periodistas intentan formular preguntas, que se supone que es su función, pero Aznar le deja claro a Rajoy que no. "No, no", dice Aznar moviendo la cabeza. Van desfilando hacia la salida. Gallardón da unas palmaditas de consuelo a Aznar en el hombro, aunque en realidad es el alcalde de Madrid quien está llorando. Aznar es imperturbable. Gallardón está congestionado. No esperaban este mazazo. A Loyola de Palacio se le agolpan las lágrimas en los ojos. Es curioso que Esperanza Aguirre, a la que se atribuye más tendencia a exteriorizar sentimientos, se mantenga serena, quizá porque ya vivió su ración de emociones fuertes. Lloran también algunos empleados del PP. En un rincón, tres de ellos protagonizan este diálogo:

--"Es que, o anulabas las elecciones o...--Pero tampoco podíamos...--No, constitucionalmente no se puede".

En la calle ya hay unos 800 seguidores del PP. La suspicacia, el enojo, ha ido ganando terreno a la desolación. A alguien hay que culpar de una derrota que hace una semana les parecía imposible. Y en ese momento --ya son casi las once de la noche-- la toman con los medios de comunicación. Polanco y Gabilondo salen mal parados en las consignas, en las que son tildados de manipuladores para arriba.

Enseguida salen Aznar y Rajoy a saludar desde una ventana, junto a una enorme bandera española con crespón negro. Juntan las manos en alto y aplauden a sus seguidores. Pero pronto desaparecen y los de abajo se quedan a solas con su rabia. Un hombre, sañudo, comenta a otro: "Son tontos, si lo hubieran retenido un día más". Se refieren a las detenciones de miembros de Al Qaeda. De hecho, Acebes se ha convertido en su héroe. Corean: "Acebes, juzgado, por ser un hombre honrado".

Pero, sobre todo, descargan su frustración en el PSOE: "Manos arriba, esto es un atraco", "Carod y ZP, la misma mierda es", "¿por qué habéis ganado?, por el atentado"... En los corrillos se augura el avance de negros nubarrones para el progreso y la unidad de España. Y, con todo, una de las últimas consignas coreadas, en el desamparo de una noche aciaga para los militantes del PP, fue ésta: "Que salga Rato, que salga Rato..."