Madrileña y afincada en Extremadura desde hace 11 años, María Ramos es ingeniera agrónoma especialista en biodiversidad y agroecología. Tras varios contratos, trabaja en el Centro de Agricultura Ecológica y de Montaña, del Cicytex, en Plasencia y está centrada en la producción de frutos rojos, su mejora genética, en la adaptación de estos cultivos en el norte de Cáceres y en obtener variedades extremeñas de frambuesas. Después de años intensos en varios trabajos se dio cuenta de que lo que le satisfacía era adentrarse en el campo y buscar soluciones a los problemas cotidianos. «Cambié los papeles por el aire libre y el laboratorio. Investigar puede ser uno de los trabajos más bonitos que hay». Y eso a pesar de su inestabilidad, «una circunstancia que vengo perpetuando desde que comencé en la investigación». No sabe cuánto tiempo podrá seguir trabajando en este centro y eso compromete sus líneas actuales. A esto se suman las dificultades de un sistema masculinizado. «El sistema público brinda las mismas oportunidades de acceso, sin embargo las mujeres que conozco que destacan en ciencia son supermujeres o no tienen dedicaciones familiares». A su juicio, ellas lo tienen más difícil: «seguimos llevando mucho peso en casa mientras los hombres llegan más lejos en su carrera. Eso les da más repercusión y puestos de responsabilidad». En su experiencia no ha encontrado trabas «pero sí he sentido que mi presencia ha tenido menos peso en ciertos foros y reuniones. El sector agrario es aún bastante patriarcal».