En estos últimos días, todos hemos escuchado las declaraciones del máximo responsable de la Conferencia Episcopal Española, donde mostraba su preocupación por la crisis de las vocaciones y por la elevada edad de los sacerdote, que ronda los 64 años. Pienso que esta realidad que describe Monseñor Rouco, debería provocar un fuerte ejercicio crítico-reflexivo en el seno interno de la Institución Eclesial.

Creo, que más preocupados por la cifra de vocaciones, deberían estarlo por el gran número de cristianos que muestran su rechazo a la institución eclesial y al tipo de pastoral que se está desempeñando en sus parroquias y en el seno de la jerarquía eclesial y, sobre todo, por no transmitir un mensaje atrayente que muestre la verdadera figura humana de Jesús de Nazaret en muchos de los sectores de la institución eclesial.

Si los católicos hacemos un análisis sincero, transparente y claro de nuestra realidad eclesial, observamos que la imagen pública de la Iglesia es poco atractiva, que está carente de generaciones jóvenes. En ella se da poco espacio para la crítica y la participación de otros. Se critica la falta de referente para los alejados, la discriminación de la mujer y de los homosexuales.

Por tanto, mi preocupación no sería el número de sacerdotes, sino el mensaje que se transmite, la opción pastoral marcada, que hace que cientos de jóvenes cada vez crean menos en la institución eclesial, jóvenes que no tienen vinculación a ninguna parroquia cuando celebran su primera comunión y que rechazan radicalmente ciertos posicionamientos de la jerarquía. Esta realidad nos dice que se necesita una Iglesia más participativa, donde todo bautizado se sienta protagonista, con opciones claras.

Se tiene que pasar de una Iglesia clerical en sus decisiones a una Iglesia del diálogo y la corresponsabilidad. La Iglesia debe ser un espacio de libertad, donde se puede practicar la crítica constructiva y la escucha, donde se trate con libertad los temas presentes en la sociedad civil (Vaticano, moral sexual, papel de la mujer en la Iglesia, democracia, celibato). Puede que sean temas dolorosos, pero no por eso deben ocultarse. Se debe abrir nuevos campos de evangelización, crear comunidades cálidas en la acogida, con relaciones cercanas, solidarias.

Esta deberían ser, desde mi punto de vista, las verdaderas preocupaciones de la Conferencia Episcopal Española, pues permitiría tener gente joven más comprometida, dando un nuevo aire a la institución eclesial, formando verdaderas comunidades como históricamente formaron los primeros seguidores de Jesús de Nazaret, reducidas en número pero muy intensas en vivir el mensaje de Jesús. Un mensaje cercano al pueblo sencillo, optando por una pastoral más humana y liberadora, donde el amor y la felicidad de las personas estén por encima de ciertos mandatos eclesiales, rompiendo sin miedo ciertas dependencias del Estado, que el objetivo sea vivir y transmitir el verdadero espíritu de las primeras comunidades cristianas.

Por tanto la escasez de vocaciones al sacerdocio está claramente identificada con las opciones de pastoral que marca la jerarquía eclesial. Es tiempo de hacer autocrítica y de reconducir la línea marcada por el Vaticano.