El pasaje del testamento del Papa en el que Karol Wojtyla reflexionaba sobre la posibilidad de renunciar a su cargo provocó ayer interpretaciones diversas. Sin embargo, la mayor parte de los vaticanólogos coinciden en que el texto, redactado el 17 de marzo del año 2000, baraja, aunque prácticamente descarta, la hipótesis de la dimisión.

La frase más elocuente de las últimas voluntades de Juan Pablo II es aquella en que dejó abierta la posibilidad de que en el futuro tuviese que decidir si proseguir o no en el cargo. En ese momento, los síntomas del parkinson ya se habían hecho evidentes. "Espero que El me ayudará a reconocer hasta cuándo debo continuar", escribió.

INTERPRETACIONES De entre los principales diarios italianos, el Corriere della Sera es el que, en una crónica del biógrafo del Papa Luigi Accattoli, deja más abierto a la interpretación el sentido del documento papal. Sin embargo, también este vaticanólogo opina que en estas líneas Juan Pablo II estaba declarando su "disponibilidad" a dimitir "si la enfermedad se lo impusiese". El teólogo Enrique Miret Magdalena opina que "si se lee despacio y sin prejuicios todo el texto está claro que quiere decir que dio vueltas a la idea de la renuncia y que estaba dispuesto a ella. Pero posiblemente cambió de idea cuando avanzó la enfermedad del parkinson, una de cuyas consecuencias es que disminuye la fuerza de voluntad".

Otra cosa distinta es la traducción errónea, que algunos medios hicieron de otro párrafo en el que el Papa confesaba que, con el Jubileo del 2000 y la entrada del siglo XXI, había cumplido su misión. En ese contexto, se preguntaba si "ha llegado el momento de repetir, con el bíblico Simeón, Nunc dimittis ", para concluir que debía la vida a Dios y acabaría cuando éste lo decidiese. La expresión latina utilizada por Wojtyla nada tiene que ver con una dimisión, sino que forma parte del canto del Evangelio de San Lucas, donde un anciano, tras coger en sus brazos a Jesús, exclama, "ahora (nunc ), Señor, ya puedes dejar que tu siervo se vaya en paz (dimittis )".

El monje del monasterio de Montserrat (Barcelona) Bernabé Dalmau opina que estas palabras de Simeón, que forman parte en la liturgia católica de la última oración del día, o completas, "siempre se interpretan en el sentido de disponibilidad a la voluntad de Dios ante la muerte". Los varios medios informativos que ayer rechazaron que el Papa reflexionase sobre su dimisión en el testamento se ciñeron a este párrafo.

LOS ANTECEDENTES El testamento del Papa, en todo caso, no hace más que confirmar dos extremos conocidos: que se planteó la dimisión como una posibilidad real y que, como se ha hecho evidente, renunció a ella. Otros pontífices analizaron una posible renuncia, como Pío XII ante la posibilidad de ser tomado como rehén por la Alemania nazi o Pablo VI cuando enfermó de cáncer. Pero significativamente fue Juan Pablo II quien reformó el código canónico en 1983 para regular esta decisión con claridad. Este dice que "en el caso de que el Romano Pontífice renuncie al cargo, se requiere para que esta renuncia sea válida que haya sido decidida en libertad y sea manifestada debidamente. No se exige, en cambio, que nadie deba aceptarla". Posteriormente, en 1996, el propio Papa requirió al cardenal Vincenzo Fagiolo, un informe sobre la posibilidad de la dimisión. Según publicó la revista italiana 30 Giorni, el cardenal desaconsejó vivamente esta posibilidad.