«Mi padre era el jefe de la aldea, vivíamos bien. Aunque la guerra ha terminado, los problemas políticos siguen siendo muy grandes. A mi padre lo mataron por eso y yo, como hijo mayor, tuve que asumir el mando de la aldea. El Consejo de Ancianos me obligó a renunciar al cristianismo y a tomar decisiones sobre qué vecinos debían morir. Me negué y me sentenciaron a muerte. Una noche escapé con mi mujer y mis dos hijos a Ghana. Ella es de allí y estaba a salvo. Yo no, así que huí: Burkina, Argelia, Marruecos y España. El viaje ha sido muy duro, andando, en camión, luego en una barca. Aquí no tengo a nadie, pero quiero trabajar de electricista, reunir dinero y traer a mi familia», expresa Benjamin.