Prefieres las palizas a que haga daño a tus hijos. Y él lo sabe. Y te amenaza con agredirles para tenerte controlada, para que no lo dejes, para que no te marches de casa. Por eso, cuando das el paso de denunciar y empezar a salir del infierno, te aterra que pueda pasar tiempo a solas con ellos, porque no sabes hasta dónde puede llegar. En mi caso, cuando tenían 11 y 12 años, en un fin de semana que les tocaba estar con él, sufrieron agresiones físicas. Pero mis hijos me lo ocultaron para que yo no sufriera, no me enteré hasta doce meses después, cuando les tocaba de nuevo irse con su padre y se negaron en rotundo». Es el relato de una de las miles de extremeñas que han tenido que sufrir la violencia machista en la región. «Y además no cesaba el machaque constante. Continuamente les decía que yo tenía la culpa de todo, que era una mentirosa, que me lo inventaba para hacerle daño. No fue suficiente con lo que mis hijos vivieron en casa, después tuvieron que aguantar todavía más», añade esta vecina de la provincia de Cáceres que, por precaución, pide anonimato.

Su historia enseña la realidad que rodea a los menores que crecen con las agresiones de fondo: una infancia en la que el miedo y el chantaje no desaparecen nunca. «Si ya se les usa en un divorcio, cuando existe violencia machista los hijos se utilizan como un arma con el que continuar haciendo daño, como una ‘moneda de cambio’ con la que seguir sometiendo», asegura Elisa Barrientos, directora del Instituto de la Mujer en Extremadura (Imex). Los niños se convierten en una víctima más de una profunda herida social que no se cierra.

EL EXTREMO / La consecuencia más trágica y que provoca mayor impotencia son los casos de asesinados a manos de sus padres -o de las parejas de sus madres- que acaban con la vida de los pequeños para causar el mayor daño posible a ellas. Pero no es la única. «Ese es el extremo, pero están sometidos casi siempre a una violencia psicológica que conlleva secuelas bastante duras», subraya Barrientos.

La reciente muerte de un niño de 11 años en un municipio de Coruña a manos de -presuntamente- su propio progenitor ha vuelto a dirigir el foco hacia una de las facetas más crueles de esta lacra. Sólo en lo que va de 2017, ya hay cinco menores fallecidos, la media es uno por mes. En este último caso en Galicia, la madre denunció la desaparición de su hijo después de que su padre se lo llevara para pasar el fin de semana y no lo devolviera. Éste acabó con su vida de un golpe en la cabeza con un objeto contundente. Tenía dos denuncias y una orden de alejamiento que finalizó en 2013.

Es la última evidencia de que la violencia machista, en la que sufren y pierden la vida madres y niños, sigue muy latente.

EN LA COMUNIDAD / Extremadura se salva de esta cruenta realidad, pero tal y como insiste Barrientos, la muerte es la secuela extrema. Los malos tratos físicos y psicológicos, el chantaje y tener que vivir con un miedo constante es una realidad que sí está presente en la región. «Hay que pelear porque los niños dejen de ser víctimas invisibles», subraya.

Hay un dato que recoge el Imex y que refleja el panorama regional: de las 2.000 denuncias que se interpusieron en la comunidad el pasado año, 1.800 son de madres que temen el encuentro entre padres e hijos durante el régimen de visitas. «¿Qué madre querría que su niño pasara tiempo a solas con su agresor? Ninguna. Es lógico. Sufren porque les pueda pasar algo, además de la frustración de saber que el maltratador culpa a la madre de todo lo que pasa y así se lo transmite al menor», incide Barrientos.

Con estos argumentos de base, Extremadura se suma a la petición para que el Pacto de Estado por la Violencia de Género (en el que ya se trabaja a nivel nacional) incluya la eliminación del régimen de visitas a los maltratadores. «Es que nunca podrán ser buenos padres, por eso que hay evitar esos momentos a solas», afirma tajante la directora del Imex.

En este sentido, y tras el suceso de Coruña, la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, ha solicitado esta semana al Gobierno que se revisen los regímenes de visitas y la patria potestad de los hijos de los acusados de maltratar a sus exparejas.

VÍCTIMAS DESDE 2015 / Hubo que esperar hasta 2015 para que los menores también se consideraran víctimas directas en la violencia machista. Ese año entró en vigor la nueva ley de protección de la infancia, que recoge que «los poderes públicos garantizarán el apoyo preciso para que los niños permanezcan con sus madres, además de prestar atención especializada y ayudar en su recuperación». La normativa también obliga a los jueces a pronunciarse sobre la posibilidad o no de proximidad del padre agresor a su hijo. «Pero si bien es cierto que en el momento en que se reconoce que el niño sufre agresiones, los tribunales actúan rápidamente y se elimina la posibilidad de que haya visitas, es muy difícil demostrar, por ejemplo, que hay maltrato psicológico en el menor, de manera que la justicia no interviene y las visitas siguen siendo legales», apunta Barrientos.

Y explica que los jueces, cuando los niños tiene 11 o 12 años, ya empiezan a tener en cuenta la opinión de éstos a la hora de emitir veredicto. «Pero no se debería esperar a esa edad. También habría que escuchar a niños de 6 o 7 años que han vivido episodios de maltrato en casa. Porque si dicen que no quieren ir con su padre, imagina lo que llevan a sus espaldas», apostilla la vecina de la provincia de Cáceres que presta su testimonio.

«Es muy duro decirlo tal cual, pero el hombre sabe que un hijo es lo que más duele, y es lo que ataca para hacer más daño. Lo vemos a diario. Es, en definitiva, el arma que usan para ejercer la dominación. Pero parece que la justicia no lo tiene tan claro. Debemos darle más credibilidad a las palabras de la mujer», resalta Gloria Angulo, portavoz de la asociación extremeña Malvaluna que, con sede en Mérida, lleva casi tres décadas atendiendo a víctimas de los malos tratos.

UNA SOLUCIÓN INTERMEDIA / Tanto la directora del Imex como la portavoz de Malvaluna coinciden en resaltar la existencia de un recurso poco utilizado y que puede ser solicitado por la madre o por el juez: los puntos de encuentro. Son lugares donde padres e hijos pueden verse pero siempre bajo vigilancia.

Asimismo, el Instituto de la Mujer cuenta en la región con un equipo de menores con cuatro psicólogas, dos en Cáceres y otras dos en Badajoz.

«Es un tema complejo porque se hieren sensibilidades, porque siempre aflora la sensación de que parece que se cuestiona el derecho de ejercer como padre. Y no es para nada la cuestión. La experiencia que tenemos es que los hombres que son maltratadores siempre amenazan con hacer daño a los hijos. Así es la realidad y contra eso hay que luchar. De manera que eliminar el régimen de visitas para estos agresores evitaría sucesos como el de Coruña. Así de simple», expresa Angulo.

Recientemente se ha creado la Plataforma Extremeña de Hombres contra la Violencia Machista. Su portavoz en Cáceres, Óscar Barrado, un estudiante de 21 años, expresa su punto de vista: «Parece una medida, a priori, radical, porque es negar a un padre que vea a su hijo. Pero es que cada día nos levantamos con una triste noticia nueva. Y lo que está claro es que la manera de evitar la muerte de un niño, como ya ha pasado, es prohibiendo que el padre pueda estar a solas con él. De momento es el recurso que tenemos», expresa.

Y añade que los hombres no se pueden quedar al margen de «un problema que nos afecta a todos». «Las mujeres no tienen por qué estar solas en la denuncia de la violencia machista. En contra de las agresiones, del tipo que sean, debemos posicionarnos todos».