Ana María es de Cáceres, pero ha vivido prácticamente toda su vida en Barcelona, donde trabajaba como empresaria textil y regentaba dos tiendas de ropa. Se enamoró de un emeritense cliente suyo y lo dejó todo por él. Vendió sus negocios y "muy ilusionada", se vino a vivir a Mérida. Era su segundo matrimonio y no se imaginaba "el infierno" que aquí la esperaba. En Barcelona se quedaron los dos hijos que tuvo con su primer marido y que "a día de hoy, todavía no saben por todo lo que ha pasado su madre".

Los dos primeros años en Mérida fueron "maravillosos" para Ana María, a pesar de que tenía que trabajar --se dedica a la venta ambulante-- para su nuevo marido y que la familia de éste le deba a entender que no era buena persona. Pero todo cambió cuando le diagnosticaron una enfermedad que le hizo engordar más de 100 kilos y más tarde, perder el útero y los ovarios. Ahí empezaron los malos tratos psicológicos. "Continuamente me decía que solo servía para comer tocino, cuando en mi vida lo he probado, o que para mí solo había dos opciones: morirme o quedarme gilipollas". A pesar de pasar por varias intervenciones, "él ni siquiera se preocupó por conocer al cirujano. Es que yo no le importaba nada, solo quería el dinero que le traía a casa", dice Ana María.

Los malos tratos psicológicos fueron continuos durante seis años, pero no los físicos porque no lo permitió. "Una vez intentó agarrarme del cuello, pero le planté cara, y otra me tiró una navaja, pero falló". Entonces ya no aguantó más. Sin ayuda de nadie --se lo pidió a un vecino, pero le cerró la puerta-- denunció la agresión. Ella terminó en el hospital con una crisis de ansiedad y él, en el calabozo. Pero Ana María no está contenta. En el juicio, reconoció que ella también había pegado a su marido "en defensa propia" y dice que esa fue su perdición. No está satisfecha con el trato que ha recibido de la justicia, ni de los abogados, porque ahora la que tiene la orden de alejamiento es ella. "La juez dice que lo mío no es violencia machista, porque yo también le pegué a él". Están separados, pero Ana María se siente acosada. Ella no se acerca a su exmarido, pero él si la busca para hacerla incumplir la orden. "La justicia es una vergüenza y los abogados solo se han movido por dinero", dice indignada y sin saber cuándo terminará su calvario.