Fin de fiesta y de campaña. Quince días y miles de kilómetros después de comenzar la ruta electoral por una cuarentena de municipios extremeños ayer tocó a su fin. El lugar elegido fue Badajoz, el mismo que en la anterior campaña en la que el candidato del PP consiguió su aspiración, convertirse en presidente de Extremadura. Cuatro años después, el objetivo vuelve a ser el mismo, pero el discurso es diferente. Antes quería empezar el cambio, ahora desea consolidarlo.

"Dejo una Extremadura con otra luz y os propongo que sigamos haciendo juntos esta tierra. Hace cuatro años 307.000 personas votaron por el cambio y pido redoblar la confianza para dar estabilidad al futuro". Esta fue la última reflexión de José Antonio Monago para cerrar la campaña. Arropado por el ministro de Justicia, Rafael Catalá, y su esposa en segunda fila, de pie, sin atril, con micrófono de diadema y en la diana del círculo con los colores de la bandera extremeña que se ha convertido en su seña de identidad en los últimos días, Monago volvió a desgranar anoche las medidas tomadas durante los últimos cuatro años para espolear a los últimos indecisos. Porque a ellos ha estado muy enfocada esta campaña, a los indecisos y a los votantes de las principales poblaciones de la región.

Con el mantra de la estabilidad política, de la herencia del gobierno socialista superada gracias a su "buena gestión" y la ayuda de todos los ciudadanos que entendieron, dice, su mensaje sobre el emprendimiento y recrudeciendo los ataques contra el PSOE --Fernández Vara como principal objetivo--, Podemos y Ciudadanos --ninguna alusión en quince días a Izquierda Unida-- cerró la noche del alegato final en el centro de la plaza de Conquistadores, a las puertas de El Corte Inglés abierto todavía.

El primero en hablar fue su "padre político", Miguel Celdrán, aunque ni él se lo esperaba, después de llevar más de dos años retirado de la política. Emocionado, aprovechó su intervención para agradecer a todos sus vecinos haber confiado en él y su equipo durante 18 años de gobierno, para pedir perdón "a los que no pude complacer" y se mostró orgulloso de pertenecer al PP: "Llevo 30 años en este partido y todavía voy con la cabeza sumamente alta, no tengo absolutamente nada de qué avergonzarme. Aquí no ha habido casos como el de Alburquerque, ni han aparecido jacuzzis". En su tono socarrón, criticó la variedad de nuevos partidos políticos que se presentan a estas elecciones: "hoy me ha preguntado una mujer que en qué lista iba Messi; tenemos una democracia muy cachonda", y avaló a su sucesor, Francisco Javier Fragoso, quien repasó el cambio de la ciudad en los años de Celdrán y pidió la confianza para continuar esa misma senda y que Badajoz lidere el suroeste de España.

También el ministro de Justicia, Rafael Catalá, se subió a la moqueta azul (más grande de lo habitual en forma de cruz): "Tenemos por delante cuatro años que con el PP, el único con capacidad de gobernar, seguirán recuperando la economía, el empleo y garantizando los servicios públicos". Insistió en que el único objetivo del resto de los adversarios es "que no gobierne el PP y pobre de vosotros como al final se forme un gobierno de tres o cuatro, porque será un 'guirigai'".

Horas antes del cierre, a media mañana, Monago y su equipo volvieron por tercera vez en esta campaña a territorio hostil, aunque algunos de sus vecinos ya no lo definen así: Villafranca de los Barros, uno de los pocos grandes feudos socialistas de Extremadura y un objetivo claro en estos días. Aquí tuvo lugar el primer mitin del PP esta campaña, el pasado 8 de mayo; aquí estuvo la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuando visitó la región el pasado lunes; y aquí estuvieron los populares ayer para darle el empujón definitivo al candidato local, Manuel Piñero, y dejarse ver a dos días de acudir a las urnas. "Le gusta mucho este pueblo", ironizó un señor que se acercó a la puerta de una tienda de chuches curioso por el tumulto. "Aquí se sabe que el PP lo tiene complicado, pero le va a quitar votos a los socialistas seguro", auguró. Con ese fin, Monago se paseó durante más de una hora por varias calles de la localidad próximas al mercado de abastos, donde saludó y charló con cada uno de los tenderos. "Ay, qué sorpresa me he llevado cuando lo he visto apoyado en el mostrador, le he dicho que le dé trabajo a los jóvenes", contó la dueña de una panadería cercana.

Tras el paseo, el candidato y su comitiva pusieron rumbo a otro de esos feudos complicados que dejó de serlo hace cuatro años, Olivenza, el pueblo de Fernández Vara y escenario del último acto de campaña del socialista. Allí le esperaban empresarios locales y se comprometió a impulsar una nueva ley de espectáculos públicos y a declarar la fiesta de los toros como "patrimonio de todos los extremeños", dijo ante el candidato local, Bernardino Píriz, que también le acompañó en el acto final en Badajoz con unas 2.000 personas según el partido.

De vuelta a Badajoz y al ritmo de las sevillanas de Los Cantores de Hispalis, Monago llegó al fin de una nueva campaña y también de su legislatura, que mañana los extremeños decidirán si ha valido la pena, él no tiene ninguna duda.