Las más de 1.400.000 hectáreas de superficie forestal extremeña acumulan en torno a un millón de toneladas (equivalentes a dos millones de metros cúbicos) de madera abandonada, que constituye un inmejorable combustible para la propagación de incendios. Se trata de restos de poda o de desechos del corte de los árboles, pero también de ejemplares muertos o demasiado viejos para tener ya una rentabilidad económica.

El proceso de deterioro de los montes, que en Extremadura están en un 92% en manos privadas, se ha acelerado en la última década, debido a la caída del precio de la madera, ya sea para papel o para hacer muebles y al abandono progesivo de la leña como combustible. Esto ha frustrado las expectativas de ganancia fácil de propietarios de bosques que en su día sembraron pinos (105.000 hectáreas en la región) o eucaliptos (casi 80.000 hectáreas), que han optado en muchos casos por dejar de invertir en cuidado y mantenimiento de los montes.

NI REGALADA

Las cifras son claras: las cortas de madera en Extremadura han caído en 15 años a menos de la mitad, pasando de 440.000 metros cúbicos a unos 200.000.

Según corrobora Germán Ramos, presidente de la Asociación de Agentes Forestales de Extremadura, "se puso mucho pino y mucho eucalipto, y ahora las fincas están abandonadas, porque tampoco funcionaron los convenios con Icona". Así, Ramos explicó que muchas de las zonas arboladas "no valen ni para madera" porque los pinos han sobrepasado los 40 años, cuando la tala debe hacerse a los 20 o 25.

Por su parte, Antonio Gentil, de la organización ecologista Adenex, señaló que "ya es hora de que se reconozca el fracaso de la política forestal que trajo especies alóctonas". Gentil explicó que es imposible competir en precios con los países nórdicos, y puso como ejemplo del poco interés que hay por ciertas maderas el hecho de que la leña de los eucaliptos talados en Monfragüe "se regala, y ni así la recogen".

Por eso, apostó por un cambio radical: una estrategia de conservación de la biodiversidad "de la que Extremadura carece" y que frene las voces que reclaman ya la barbarie ecológica de acabar con el sotobosque, y ayudas públicas para eliminar pinos y eucaliptos y sustituirlos por especies como encinas y alcornoques "que ayudan a frenar los incendios y, además, se recuperan mucho mejor del fuego".

Gentil se mostró convencido de que es posible el desarrollo sostenible, y citó experiencias como el castañar de Hervás o los proyectos de biomasa en Cañamero y Casatejada, evitando actuaciones meramente especulativas, como la plantación de especies de crecimiento rápido o las talas sistemáticas.