Natalio Vázquez y Teresa Montañez son un tradicional matrimonio gitano de Mérida. A sus 58 años, llevan más de 40 casados y han trabajado toda su vida el sector hostelero. Tras toda una vida respetando al máximo las costumbres gitanas, Natalio, ya prejubilado, es un firme defensor de los aspectos positivos que, en su opinión, conllevan la mayoría de las mismas (el respeto a los mayores, la importancia de la familia...), si bien aboga por cambiar algunos aspectos.

Sobre todo, Natalio está convencido de la necesidad de que los gitanos interioricen la importancia de estudiar lo que, junto con "guardar las leyes y el orden", considera "lo más importante" y así se lo transmitió él a sus hijos. De hecho, tiene dos, un chico y una chica y el primero de ellos obtuvo el título de auxiliar administrativo y "trabaja en una oficina", comenta su padre orgulloso.

Su hija también es "muy trabajadora", añade enseguida Natalio, y ha seguido los pasos de sus padres en el mundo de la hostelería. Esta le dio un "disgusto", reconoce, cuando decidió casarse muy joven (a los 16 años), a diferencia de su hermano (que esperó hasta los 23), lo que el padre rechaza, aunque él y su mujer se dieron el ´sí quiero´ a los 17. "Pero no se lo recomiendo a nadie", recalca, no porque no le haya ido bien --al contrario--, sino porque cree que no es bueno asumir responsabilidades tan importantes demasiado pronto.

No obstante, Natalio es feliz rodeado de su familia (tiene siete nietos; el más pequeño de ellos, Emilio, en sus brazos en la foto, en el mercadillo de Mérida, donde su nuera suele poner un puesto) y critica que siempre se dé la misma imagen de los gitanos. "Sí hay algunos machistas, pero son una excepción, igual que también los hay en el mundo payo", sentencia.