"Muy a gusto". Con esta palabra define Nicolás Sierra Riscos su estado desde que ostenta la condición de prejubilado, hace ya casi dos años. Con casi más de tres décadas cotizadas en la Seguridad Social y muchos trabajos diferentes desempeñados, Nicolás dejó su trabajo en la portería de un céntrico edificio de Madrid con 61 años.

Muchos habían pasado desde que comenzó a trabajar, con apenas 10, en la finca donde sus padres ejercían como guardas, en Orellana La Vieja, su localidad natal. No fue fácil entonces conseguir un buen contrato. Primero pasó por una fábrica de cerámica y comenzó a participar en las obras como las del pantano de Orellana o la carretera de Valdivia.

Su primera nómina seria , recuerda, alcanzaba las 275 pesetas a la semana y, tras ir a buscarse la vida a Palma de Mallorca con otros amigos del pueblo, volvió para acceder a una plaza de oficial en Agroman. El trabajo le llevó al pueblo cacereño, Campo Lugar, donde conoció a su mujer y donde ahora disfruta con ella de su jubilación. "Era mi hermana la que estaba empeñada en que volviera a Extremadura, pero yo ya exigí mejores condiciones en la empresa".

Pero aún no estaba ni mucho menos cerrado su periplo. Llegó la mili y, por circunstancias familiares, decidió integrarse en la Brigada Paracaídista, donde permaneció más de dos años y contabilizó "76 saltos" y "más de 180 horas de vuelo", recuerda con exactitud. Después, volvió para desarrollar casi toda su actividad profesional en Agroman, donde recorrió muchas ciudades españolas e incluso de Portugal.

Ya con su hija en la universidad, decidió abandonar la empresa y, aunque le ofrecieron un puesto en Andalucía, se trasladó a Madrid, donde desarrolló sus últimos años de actividad profesional. "Estaba bien, pero ya teníamos ganas de venir a vivir al pueblo, además, que creo que ya había dado bastantes vueltas, por lo que me prejubilé". Hoy se entretiene con su huerto y "alguna escapadita de vez en cuando" y no puede estar más agusto. "Agustísimo".