Alberto Rosado es un pacense licenciado desde hace más de una década en Filología. Sin embargo, a sus 39 años, la mayor parte de su carrera profesional se cimenta sobre el oficio de la fontanería. El suyo no es sino un caso más de los más de 26.000 extremeños que desarrollan actividades laborales de cualificación inferior a su formación profesional.

"Me gustaba mucho leer y escribir. Por eso hice Filología. Pero cuando finalicé la carrera me encontré con una plaga de problemas. Me preparé las oposiciones pero no tuve suerte y la fontanería, una profesión a la que se dedicaba mi padre, fue la alternativa", explica.

Desde entonces, al margen de arreglar cañerías, instalar grifos y desatascar desagües, no ha dejado de persistir en su sueño: "Dedicarme a la enseñanza". Pero las dificultades, según reconoce, son muchas. "Las plazas son escasas, se valoran supuestos méritos que poco tienen que ver con los conocimientos, no se cumple con lo que dice la ley sobre el número de alumnos por profesor y, además, con mi trabajo actual, tengo poco tiempo para prepararme las oposiciones", apunta.

Por eso, mientras espera su oportunidad, afronta el día a día "con resignación", aunque también reconoce sentirse a gusto como fontanero, "porque, otra cosa no, pero trabajo tengo muchísimo".