Una cigüeña, un percasol y un dragón daban la bienvenida a los que se adentraban entre las piedras del teatro romano de Mérida con un abanico en una mano y una botella de agua para hacer frente al sofocante calor. Algunos observaban estas figuras y otros las sorteaban, como el coordinador regional de Izquierda Unida, Pedro Escobar, con muletas por una lesión en la pierna, la derecha, como apostilló delante de la cúpula mayor del PP que se jactaba por su mala pata .

Nunca antes sonó en Mérida el himno de España tantas veces en menos tiempo. Anoche, dos veces, la segunda por error y en sus primeros acordes, al dar paso al extremeño. Parecían ensayar de cara al partido que la selección española de fútbol jugará mañana en el estadio romano. Queda claro: Extremadura es, si cabe, más española que nunca.

Mientras, fuera, sonaba otro himno, este más desafinado y con instrumentos más humildes; los silbatos y megáfonos de los contrarios a la refinería.

Lo cierto es que anoche en Mérida había más banderas, como la del pueblo saharaui, que se dejó notar en las gradas del teatro, o la de Portugal, muy presente toda la noche y a la que puso voz Dulce Pontes (Tam Tam Go hizo lo propio en honor a Extremadura). Fue la música oficial en una velada con muchos sonidos.