Hacía falta la lluvia, sí, pero no por anhelada las consecuencias han dejado de ser en algunos casos bastante negativas. Como ejemplo, la rotura el pasado 11 de marzo de las barreras que retenían al camalote en el río Guadiana, como consecuencia de las lluvias y el viento. La incidencia ha obligado a la Confederación Hidrográfica del Guadiana a multiplicar los esfuerzos en los días sucesivos, para retirar la invasión del jacinto de agua en los tramos urbanos del río tanto en Mérida como en Badajoz y para reponer las barreras que eviten una nueva expansión en el futuro.

En la misma cuenca, las crecidas han originado también otro tipo de problemas, como campos de frutales anegados o dañados tanto por la lluvia como por el granizo, y árboles dañados, principalmente en el caso de la ciruela.

En la cuenca del Tajo, el volumen de las lluvias, las crecidas y los desembalses han causado también problemas a agricultores y ganaderos, que han visto igualmente anegadas sus explotaciones. La semana pasada la organización agraria UPA-UCE denunció que la mala gestión de los desembalses y a la suciedad acumulada, por ejemplo en el cauce del río Tiétar.

Pérdidas

En un comunicado, la organización destacaba pérdidas que podrían ser «millonarias» en muchas explotaciones que estaban en esos momentos «anegadas» y destacaba igualmente los daños registrados en infraestructuras de riego (motores, pozos, sistemas de riego...) y también en caminos o naves agrícolas.

UPA denunciaba la responsabilidad de la Confederación del Tajo, y la señalaba como responsable de «este desastre económico», por lo que le reclamaba indemnizar a todos los agricultores y ganaderos que han visto sus explotaciones afectadas por los desbordamientos.

Por su parte la CHT valoraba en otro comunicado la gestión realizada durante el mismo episodio de lluvias y avenidas.