Las calles se llaman Alegría, Nuez, Avellana... Bajo sus adoquines no está la playa, sino el cimiento de la élite de Nueva Inglaterra. Sobre ellos, un Porsche, un Mercedes, un Volvo... Lujosos coches aparcados a las puertas de las lujosas casas de este barrio residencial del siglo XIX. Bienvenidos a Beacon Hill, el elitista barrio de Boston donde vive John Kerry --en la casa más antigua de Louisburg Square--, un vecindario de ensueño donde hasta el popular 7 Eleven tiene letras doradas, pero donde el lujo no esconde --sino que hace más patente-- el abismo que separa a los ciudadanos de EEUU de sus ricos candidatos.

Basta preguntar, por ejemplo, a Gene Beraldi, propietario de la tienda de vinos y otros alcoholes del barrio, apropiada pero no originalmente bautizada Beacon Hill. "No sabría decirle mucho sobre John Kerry o Theresa Heinz. Imagino que en alguna ocasión habrán comprado aquí, pero lo habrán hecho como el resto, enviando a sus empleados de servicio. ¡Ah, sí! Alguna vez he visto a alguna de las hijas pasando por la calle".

Mike, un joven de 29 años que trabaja en su establecimiento, lo constata. Sin querer ser abiertamente crítico, sí hace un gesto descriptivo levantando la barbilla y mirando un poco por encima del hombro. No necesita decir nada.

Más negocio

Que se sientan lejos del que puede ser su nuevo presidente no quiere decir mucho. Primero, porque creen que "una victoria de Kerry incrementaría el turismo y el negocio", una opción que también tienen presente los operadores de tours de la ciudad.

Después porque, pese a saberse parte de dos mundos distintos --uno al que se entra por escalinatas y otro por el que se sale a través de puertas de servicio--, puestos a elegir entre Bush y Kerry prefieren al segundo, al menos a la hora de hablar de la Casa Blanca.

Y eso --y no con quién se tomarían una cerveza-- es lo que importaba ayer en Estados Unidos. Por cierto, la cerveza Mike se la tomaría con Bush.

Fama de supersticioso

No es que el candidato demócrata les hubiera invitado a sentarse a su mesa. Ayer, siguiendo con su fama de supersticioso, se fue a comer a su restaurante talismán, el Union Oyster House, donde con menú de ostras y crema de almejas ha anticipado hasta ahora todas sus victorias para el Senado.

Diferencias de clase

Incluso en la fiesta popular que preparó para cerca de 35.000 personas en Copley Square, las diferencias de clase estaban claras. Los principales donantes de su campaña esperaban la victoria en el Hotel Wyndham y tenían acceso privilegiado al candidato demócrata en la Biblioteca Pública, la primera gratis del país.

El simbolismo de ese enclave para la fiesta de Kerry era absoluto. El candidato católico no sólo estaba en su ciudad natal. La prensa le esperaba en el Hotel Copley Plaza, en uno de cuyos baños su abuelo se suicidó en el año 1921.

Frederick Kerry, emigrado desde Austria, se sentía derrotado tras fracasar en varios negocios. Ayer, para su nieto, allí podía nacer una nueva vida.