La filatelia o afición por coleccionar sellos de Correos mueve cada año en España más de 3.000 millones de euros. Una cifra destacable por el hecho de tratarse sólo de una afición, aunque haya enganchado a miles de personas en todo el mundo. "Un coleccionista pagó más de un millón de euros en una subasta por el sello sueco Tres Skilling Bianco en 1996", comenta Josep Quiroga, director regional del Grupo Afinsa en Cataluña, sobre la estampilla más cara de la historia.

El sello adhesivo de franqueo postal apareció en Inglaterra el 6 de mayo de 1840 con la efigie de la reina Victoria I, inventado por Rowland Hill y como causa del "antiguo sistema de cobro de los envíos, en el que el destinatario pagaba el desplazamiento". El 1 de enero de 1850 nació el primer sello en España, el seis cuartos , una reproducción que imitaba al sello inglés con la imagen de Isabel II.

Aunque parece una afición de ricos, los expertos discrepan. "El coleccionista es un hombre de clase media", comenta José María Sempere, director de la Galería Filatélica de Barcelona. Y agrega, "es una actividad de gente culta, dada a la contemplación de una obra de arte más que al simple relleno de un álbum".

Una inversión más

Esta afición también puede considerarse una inversión. Quiroga comenta que "una de las principales características de la inversión filatélica es su accesibilidad. De hecho, con 240 euros anuales es posible configurar un lote de valores filatélicos suficientemente bien diversificado sin tener que renunciar a óptimas revalorizaciones".

En España, se calcula "que sólo en operaciones dirigidas, es decir, en actuaciones que realizan las sociedades de inversión filatélica, el mercado mueve unos 3.000 millones de euros al año", explica Quiroga. Entre los países más filatélicos destacan Alemania y EEUU, donde aproximadamente uno de cada cinco ciudadanos son coleccionistas de sellos.

El aficionado puede optar por ampliar su colección a través de empresas del mercado de bienes tangibles, comerciantes especializados o mediante el intercambio entre coleccionistas. Según Sempere, "existen empresas que se dedican a la inversión filatélica y que mueven cantidades ingentes de dinero, lo que distorsiona lo que se entiende por filatelia. Juegan con determinados sellos, a los que les aplican unos precios superiores a los del mercado".

A ese respecto, Quiroga señala que "las sociedades de inversión filatélica están obligadas a informar al cliente de forma clara y precisa sobre los sistemas de valoración de los bienes que se comercializan". Según datos de Afinsa, la inversión en bienes tangibles en la última década ha pasado de 50.000 inversores a más de 350.000.

Llach explica que estas empresas adquieren grandes cantidades de sellos que almacenan en un depósito como garantía. "Se podría decir que son una variante al por mayor. Un estilo que difiere de nuestro comercio, ya que nosotros vendemos sólo a coleccionistas", reseña.

Los más de 150 años de existencia del sello en España ha posibilitado que existan auténticas reliquias. "Con los años, esta moda ha caído en un enorme abuso de emisiones con la única finalidad de recaudar dinero a cambio de un mísero papelito, cuyo coste es ínfimo, pero con un precio de venta brutal", explica un experto.

Aunque los países desarrollados lo han regulado, otros han visto en la especulación filatélica una fuente de ingresos estatales. Quiroga matiza que la diferenciación entre los sellos se debe "principalmente a criterios de márketing. Algunas regiones, para incentivar la demanda, recurren a sellos más coloridos, variados y grandes, y así contrarrestan los efectos de la escasa política de emisión filatélica".

La consolidación social de las tecnologías audiovisuales deja entrever un futuro poco alentador para esta afición. Aún así, la filatelia conmemorativa no desaparecerá, ya que hay más de 100 millones de coleccionistas censados en todo el mundo y la cifra va en aumento.