Cuando la ofensiva terrestre cobre todavía más intensidad, la primera ciudad del norte de Irak que deberá caer será Mosul, muy cercana a la zona del Kurdistán que escapa del control del régimen de Sadam. Mosul está construida junto a los restos arqueológicos de la antigua ciudad asiria de Nínive, desde donde gobernaron Babilonia y Asiria reyes como Sargón II, en el siglo VIII antes de Cristo. Y de aquel periodo, junto al Tigris, quedan numerosos restos de sus 12 kilómetros de murallas.

Cerca de Mosul están los yacimientos de las ciudades asirias de Nirmud y Jorsabad, con los restos de sus palacios y sus leones alados. Muchos de los yacimientos arqueológicos de Mesopotamia ya fueron dañados por los ataques aéreos de 1991 y saqueados después. Pese a las múltiples advertencias de la Unesco o de la ONG Fondo de Monumentos del Mundo, con sede en Nueva York --que ha catalogado Nínive y Nirmud dentro de los 100 monumentos más amenazados del mundo--, nada ni nadie podrá evitar que vuelvan a ser dañados por los ataques.

TRASLADO A REFUGIOS

Muchas de las piezas procedentes de estos tres yacimientos, así como de otros muchos de toda Mesopotamia, se exponían hasta hace unos días en el Museo de Irak, en Bagdad. Tal como ya se hizo poco antes de la guerra de 1991, la mayoría han sido trasladadas a sótanos y refugios. Pero las de mayor tamaño continúan en su sitio, protegidas sólo por simples paredes y cristales. Dado que el museo está junto a varios ministerios, la estación de ferrocarril, la radio y televisión, uno de los palacios del Gobierno y un cuartel de la Guardia Republicana, es posible que sea dañado por los combates cuando se estreche el cerco a Bagdad.

Muy cerca, al otro lado del Tigris, junto a unos puentes que tal vez serán volados, se encuentran los dos restos más importantes de la época gloriosa del califato abasí, construidos con ladrillos, cuando Bagdad era la capital de un imperio que abarcaba desde el Atlántico hasta el Indico: el palacio de los Abasís y la antigua universidad de la Mustansiriya, que en el siglo XIII era la más prestigiosa del mundo islámico. La Mustansiriya ya fue dañada en 1991 por los bombardeos, aunque no tanto como el arco de Tesifonte, a las afueras de Bagdad, construido también con ladrillos el siglo III, cerca de un centro nuclear muy bombardeado. El arco se agrietó en 1991 y es improbable que aguante nuevas detonaciones.

Para la mayoría de los árabes bombardear Bagdad y toda la antigua Mesopotamia para provocar un cambio de régimen es, por poner un ejemplo, como si durante la segunda guerra mundial, para castigar a Mussolini, se hubiera bombardeado de manera reiterada Roma, dañando los tesoros del Vaticano y el Coliseo. Y bombardear la ciudad shií de Basora, famosa desde tiempos remotos por sus canales, sus palmerales y sus casas de ladrillo, madera y junco, es como si se bombardeara Venecia.

Existe la Convención de La Haya de 1954 sobre la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado, ratificada por 103 países, entre ellos Irak, pero ni EEUU ni el Reino Unido se sumaron a la misma. La convención contiene puntos importantes, como el compromiso de la potencia ocupante de impedir el saqueo y la salida de piezas del país.

Lamentablemente, la convención fija unas condiciones de difícil cumplimiento para garantizar esa especial protección, como que los elementos monumentales no deben estar cerca de lugares sensibles, sean centros de telecomunicaciones, cuarteles, edificios de Gobierno o vías de ferrocarril.

Tampoco se puede decir que Irak cumpla con el espíritu de la convención, dado que colocó tropas o estacionó aviones Mig cerca de los yacimientos arqueológicos, como los restos de los zigurats de Ur, ciudad natal de Abraham, y Argagout, donde estaría ubicada la Torre de Babel de la que nos habla el Génesis. Los restos de las torres babilónicas o zigurats fueron dañados por misiles estadounidenses.

OTROS DESTROZOS

También quedaron dañados los santuarios shiís de Najaf y Kerbala, donde están enterrados Alí (cuarto califa y yerno de Mahoma) y Husein, nieto del Profeta, al refugiarse allí los dirigentes shiís que se levantaron contra Sadam en 1992. En ambas ciudades se combate estos días.

También peligra ahora Samarra, la que fue en su día la mayor mezquita del mundo, construida en el siglo IX con su minarete de 55 metros en forma de espiral, combinando el zigurat babilónico y la arquitectura islámica. La mezquita, dañada en 1991, se encuentra cerca de un complejo petroquímico.

Desde el 11 de septiembre, George Bush siempre ha justificado el ataque a Irak por sus relaciones con Bin Laden y el régimen Talibán. Los talibanes destruyeron el patrimonio arqueológico de Afganistán, incluidos los famosos budas de Bamiyán (donde la Unesco desarrolla una compleja campaña de recuperación y reconstrucción). Preocuparse por la suerte de las piedras cuando miles de personas van a morir no debe entenderse como una frivolidad. Sería penoso que los restos arqueológicos del lugar donde nació la escritura y la rueda, donde Hamurabi escribió el primer código de derecho, donde nacieron las primeras civilizaciones, donde se instauró un califato que dio al islam sus mayores momentos de gloria, donde se encuentran los lugares sagrados de los shiís, sean destruidos, aun más por orden del imperio.