PARAGUAY - 0: Justo Villar; Bonet, Paulo Da Silva, Antolín Alcaraz, Claudio Morel; Néstor Ortigoza (Edgar Barreto, m.75), Enrique Vera, Cristian Riveros; Roque Santa Cruz (Cardozo, m.96), Edgar Benítez (Haedo Valdez, m.60) y Lucas Barrios.

JAPON - 0: Kawashima, Komano, Nakazawa, Marcus Tulio Tanaka, Nagamoto, Abe (Kengo Nakamura, m.82), Endo, Matsui (Okazaki, m.66), Hasebe, Okubo (Tamada, m.105) y Honda.

ARBITRO: Frank De Bleeckere (BEL). Mostró tarjeta amarilla a Matsui (m.57), a Nagamoto (m.72), a Honda (m.90+) y a Endo (m.113).

El duelo más aburrido de los octavos de final se decidió por la única vía posible. La eficacia de Paraguay en la tanda de penaltis (marcó los cinco lanzamientos) le dio el billete a los cuartos por primera vez en su historia. Japón, que llegó a dominar en algunas fases del encuentro, acabó entre lágrimas. El continente asiático se queda sin representantes en el campeonato, mientras que Suramérica contará con cuatro integrantes en la ronda de los ochos mejores.

Poco bueno se puede decir del juego de ambos equipos, que aburrieron a los 36.742 espectadores que acudieron al último partido del Mundial en Pretoria. Las ocasiones aparecieron con cuentagotas y brillaron más las defensas que las delanteras. La destrucción derrotó sin apuros a la creación, salvo en algunos detalles del japonés Honda.

LARGUERO DE JAPON Lucas Barrios, el punta más incisivo de los paraguayos, tuvo la primera oportunidad pero estrelló el balón en el portero (m. 20). A continuación, el japonés Matsui envió un tremendo disparo al larguero, mientras que Santa Cruz tiró fuera por poco (m. 28). La primera media hora prometía entretenimiento, pero el fútbol se apagó en un cortocircuito brutal que llevó irremediablemente a la prórroga.

En el tiempo suplementario hubo algún tímido acercamiento, pero los penaltis emergían como la solución más lógica para dictaminar el vencedor. Otro larguero, en el tercer lanzamiento japonés obra de Komano, decidió la suerte del partido. Paraguay tuvo un 100% de eficacia y Cardozo, con una tranquilidad increíble, transformó el quinto penalti, que llevó a Paraguay a la gloria en medio de las lágrimas japonesas.