"Por fin nuestros hijos pueden jugar tranquilos, algo que no pasaba desde hace años". Esta frase, pronunciada por varias madres de Mirandilla mientras sus hijos montan en bicicleta en la calle Santa Gema, resume el alivio que tienen los vecinos al no ver cerca a ningún miembro de la familia Molina, el día después de los graves incidentes presuntamente provocados por esta familia, disparando e hiriendo a tres vecinos. Pero, las caras les cambian cuando se les pregunta si temen que regresen. La respuesta es tan corta como rotunda: "Aquí estamos convencidos de que vuelven".

Ese es el sentir general de la población. Por un lado, cierta tranquilidad por esa ausencia de la familia que les tiene "atemorizados" y, por otro, la calma tensa por qué les deparará el futuro. Y todo eso se refleja en las distintas estampas del pueblo. Mientras los niños juegan, la Guardia Civil vigila el ayuntamiento --se espera la llegada del subdelegado del Gobierno en Badajoz-- la casa de la Cultura --allí los vecinos esperan las explicaciones de las autoridades-- y la vivienda de los Molina, precintada.

Ya no se ven vecinos con palos, ya no hay coches destrozados, ya no se oyen insultos y, sobre todo, se respira convivencia y, mucha, mucha prensa. Aunque y nunca mejor dicho, la procesión va por dentro, y el miedo es libre.

Y si no, que se lo pregunten a María Dolores Fernández, la mujer que resultó agredida por cuatro miembros de la familia Molina, hecho que originó la avalancha de los vecinos contra estas personas y el posterior tiroteo desde la vivienda de los presuntos agresores. Un día después de lo sucedido relata como todo comenzó en torno a las dos de la tarde cuando "iba a llevarle la comida a mi madre, que tiene alzheimer y vive cerca de la casa de esa familia". Entonces "me agarraron por los pelos, tiraron al suelo y me golpearon la madre, una hija, el novio y un hijo". Todo eso se lo contó ayer a las autoridades que llevan el caso.

De cualquier modo ella y los demás vecinos están más tranquilos, al menos por ahora.