María Victoria Sánchez no es una víctima, ya no. Todo lo contrario, hoy es una mujer muy valiente. Que mira al futuro sin miedo, pese al paro, pese a la crisis. ¿Qué es eso comparado con nueve años de maltrato psicológico y físico? ¿Con los insultos, con las peleas, con las tumultosas separaciones y reencuentros? Afortunadamente, nada. María Victoria mira hoy al futuro describiéndose como "la mujer más feliz del mundo". Simplemente porque puede ir a tomar un café con sus amigas, visitar a sus padres sin necesitar el permiso de nadie, ser ella misma.

Pero hubo un tiempo en que no lo era, en que sí tenía miedo. Miedo a quedarse sola, a no ser capaz de sacar adelante a sus hijos, a no saber salir adelante sin él. "Quizá fui un poco egoísta" se culpa todavía. ¿Quizá tenía miedo? "Mucho, muchísimo", reconoce. Pero eso era antes de descubrir lo enormemente valiente que es.

Antes, cuando de verdad pensaba, porque él se lo decía, que era "suya" y le creía cuando aseguraba que la tenía en "una urna de cristal". "No sé yo qué urna era esa", se pregunta cuando recuerda la primera agresión física: "Al poco de empezar a convivir --de novios todo era precioso, claro-- estábamos discutiendo y dije un insulto hacia sus padres que le sentó muy mal porque, según él, eso en su cultura (gitana) no se podía permitir, así que me partió la nariz de una patada". Sin embargo, como fue en el marco de una fuerte discusión, explica María Victoria, no le dio importancia.

Pero no fue un hecho aislado, no, sino una actitud cada vez más habitual y agravada por los problemas de drogas de su pareja (no llegó a casarse con él porque, de hecho, este no llegó a separarse de su anterior mujer). Que llegó al punto de clavarle un tenedor por no haber puesto las servilletas en la mesa. Una vez más es inevitable repetir la eterna pregunta: ¿cómo una mujer como María Victoria, que incluso había compartido su vida con otro hombre --con el que jamás vivió nunca episodio de maltrato-- aguanta nueve años en esta situación?

Puntualizando que, en su inestable relación, María Victoria vivió durante algunos periodos separada del maltratador, el miedo a la incapacidad de salir adelante sola está, una vez más, detrás de este interrogante. "Pensaba que no podría mantener a la familia y, sin embargo, ahora que no dependo de sus antojos a la hora de administrar mi dinero, estoy mejor que nunca", asegura añadiendo que "prefiero comer un trozo de pan que atragantarme con un filete". Pero no es fácil dar el paso. Además, no todos los momentos eran malos, como ocurría en las reconciliaciones, cuando "los dos primeros días eran una luna de miel", pero enseguida añade que "el tercero estábamos como siempre".

Y uno de esos días por fin decidió dar el paso. "Tenía amigas que habían pasado por lo mismo y sabía que había gente (policía, abogados, la Casa de la Mujer de Cáceres --su ciudad--, etcétera) dispuestos a ayudarme" y se decidió a aceptar esa ayuda. Ahora anima a cualquier mujer que esté pasando por lo mismo a hacerlo. Y les pide que no tengan miedo, "¿por qué miedo, miedo a qué? El que debe tener miedo es él".