La caza furtiva, como bien conocen los efectivos del Seprona, no es en Extremadura un hecho excepcional. Las amplias zonas de riqueza cinegética atraen cazadores de todo el mundo para practicar de manera legal su actividad favorita, que genera además empleo y riqueza, pero también da lugar a la aparición de prácticas ilegales en numerosos lugares, con un floreciente mercado negro de trofeos.

Los casos más llamativos de los últimos tiempos han tenido como escenario fincas en las localidades de Monterrubio de la Serena y Zarza la Mayor.

La intervención en diciembre del 2005 de la Guardia Civil en una finca de la primera de las localidades citadas hizo aflorar un negocio y unas prácticas que resultaban difíciles de creer. Según las investigaciones, lo que se ofrecía al furtivo era nada menos que cobrar trofeos de animales cuya caza se creía limitada a ciertas zonas de Africa, América o Asia. Leones, tigres, jaguares, cebras o pumas podían ser abatidos en Extremadura. El organizador de este negocio ilegal obtenía los animales de algún safari park o zoológico español o europeo.

Luego los ofrecía a personas deseosas de colgar en su casa los trofeos a buen precio: 10.000 euros por un tigre o un jaguar, 4.000 por una cebra o 3.000 por un león. El modo de obtener este trofeo tenía poco que ver con la caza. Si sólo interesaba llevarse la cabeza, el animal era abatido sin miramientos en la propia jaula. Para los que querían más emoción se soltaba la pieza, a menudo enferma o desnutrida, en un recinto limitado y se disparaba desde una torreta.

Al menos cuatro años duró el negocio, que también incluía especies protegidas más habituales por estas zonas, como lobos o linces, y otras cuya caza está permitida pero con garantías y autorización, como el jabalí.

En Zarza la Mayor el panorama que encontró el Seprona también en diciembre del 2005 fue similar. Una finca guardaba antílopes indios, y todo apunta a que su destino era ser ofrecidos a los furtivos como trofeo. Sin embargo, no se pudo probar que fuesen cazados por lo que la acusación tuvo que limitarse a la posesión de especies exóticas sin los correspondientes permisos.

Otros casos con amplio eco tuvieron como protagonistas a animales autóctonos, pero en cacerías programadas en zonas donde no está permitida la actividad cinegética. Así ocurrió en la reserva natural del Cíjara.

En una de las actuaciones, la Guardia Civil sorprendió en septiembre del 2006 a tres personas, entre ellas el torero Matías Tejela, que afirmó haber sido engañado, mientras practicaban la caza furtiva. Meses antes, otras dos personas eran detenidas en la misma zona cuando circulaban en un vehículo que portaba armas con silenciador y focos para la caza nocturna.

La polémica ha salpicado incluso a la Junta. Ecologistas en Acción ha denunciado reiteradamente que el Ejecutivo autonómico ha autorizado cacerías en el parque natural de Monfragüe. Según los conservacionistas, se estaría disfrazando como descaste lo que en realidad son monterías comerciales, donde se cobraría 890 euros por un puesto.

La Junta de Extremadura ha rechazado las acusaciones alegando que se trata de cacerías autorizadas para conservar el equilibrio del parque.