Antes del 11 de marzo del 2004, los expertos en terrorismo islamista eran los raros de las plantillas. Muy pocos pensaban que España podía ser objetivo del terrorismo internacional. Sin embargo, durante 365 días, jueces, fiscales, policías, políticos y ciudadanos han realizado un curso acelerado sobre el islam que ha servido para familiarizarles con apellidos árabes, nuevas culturas e ideologías violentas.

El juez Juan del Olmo y la fiscal Olga Sánchez, en funciones de guardia ese fatídico día, han realizado un descomunal esfuerzo para sumergirse en el terrorismo internacional. Hasta el 11-M, eran especialistas en combatir a los comandos etarras, pero pronto descubrieron que ambos terrorismos tienen pocas cosas en común, salvo su afán por provocar el terror.

Por ello, acudieron a los agentes que desde hacía años conocían ese fenómeno en la comisaría General de Información Exterior. Gracias a sus conocimientos y a su experiencia, al puzle del 11-M le faltan pocas piezas para ser completado.

Antes han tenido que aprender la primera lección: el terrorismo islamista tiene sus propias reglas. Funciona como una estructura horizontal, es decir, no hay una cúpula directiva que autorice los atentados. Los ejecutores de las masacres operan como células autónomas que se relacionan entre sí por contactos personales y los integrantes de esas redes, unos 250, según la policía, son adoctrinados por dos o tres emires para ejecutar la guerra santa contra el infiel.

El padre espiritual

El jefe de la red española de Al Qaeda, Imad Edin Barakat, Abú Dahdah , ha actuado como líder espiritual de esos terroristas. "Ha sido como un padre para todos ellos y luego les ha dado libertad para hacer como quisieran la guerra santa", explica un experto policial. Barakat reclutó a dos de los hombres clave en esta trama: Amer Azizi (huido) y Mustafá Maymuni, preso en Marruecos por su relación con el atentado de Casablanca en mayo del 2003.

Maymuni, según las investigaciones judiciales y policiales, formó una célula terrorista en Madrid en septiembre del 2002 junto a Driss Chebli, arrestado en junio del 2004 por formar parte de la red española de Al Qaeda. En ese grupo se integró Serhane ben Abdelmajid, el Tunecino , que se casó con una hermana de Maymuni y se hizo con el control de esa célula.

A ese grupo se fueron incorporando delincuentes comunes, relacionados con el tráfico de drogas, como Jamal Ahmidan, el Chino , que se unió a la célula en el verano del 2003, los hermanos Rachid y Mohamed Ulad, Abdenabi Kunjaa, Rifat Anuar y Allekema Lamari, que salió de la cárcel en junio del 2002 por un error judicial. Los siete se suicidaron en Leganés (Madrid) el pasado 3 de abril al verse cercados por la policía.

El papel de ´El Egipcio´

Otro grupo que colaboró con esta célula estuvo dirigido por Rabei Osman, el Egipcio , que fue entregado por las autoridades italianas después de que contara a un amigo que él había organizado los atentados de Madrid. Este terrorista estaba relacionado con Murad Chabaru, que fue detenido en Bélgica el mes de junio del 2004. La policía belga le considera el enlace entre la célula que preparó los atentados del 11-M y la red del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GIMC) en Europa.

Asimismo, este grupo fue apoyado por los hombres que reclutó en Lavapiés (Madrid) Jamal Zugam, que fue detenido 48 horas después de la masacre, y que fueron utilizados para adquirir los teléfonos móviles que activaron las bombas en los cuatro trenes, para construir la casa de Morata de Tajuña donde se montaron los explosivos y para dar refugio a los ejecutores de la matanza.

La mayoría de los 74 imputados en el sumario que instruye el juez Juan del Olmo son de nacionalidad marroquí. De ellos, 22 están en prisión, 17 en libertad con obligación de comparecencias quincenales y 33 en libertad. Además, el menor, Gabriel M., el Gitanillo , ha sido ya condenado a seis años de cárcel por su relación con la trama de Asturias en las que están implicados el exminero José Emilio Suárez Trashorras (confidente policial), su cuñado Antonio Toro, su mujer Carmen Toro, el excapataz de la mina Emilio Llano y otros extrabajadores de esa explotación de la que fueron robados los explosivos que se emplearon en la matanza.

El robo

Esa red asturiana no ha estado exenta de polémica. Rafá Zuhier, un delincuente de poca monta, confidente de la Guardia Civil, condujo a su desarticulación después de que se supiera que había conocido en el 2002 a Toro en la cárcel. En ese encuentro, el cuñado del exminero le comentó que podía proporcionarle explosivos.

Suárez Trashorras conoció después a Jamal Ahmidam, el Chino porque ambos se dedicaban a trapichear con drogas. El 28 de febrero del 2004, el exminero, junto a Kunjaa y Ulad, le enseñó la mina durante tres cuartos de hora. Al día siguiente, los terroristas islamistas, ayudados por Suárez Trashorras, robaron los explosivos.

El 29 de febrero, volvieron a la explotación para cargar otras cinco mochilas. El explosivo fue escondido en bolsas de basura de color azul y llenó el maletero de un utilitario. El menor fue testigo de esos hechos y transportó 20 kilos de esos explosivos desde Asturias a Madrid en un autobús de línea.

La cábala

La fiscal Olga Sánchez sostiene que la fecha del atentado no fue causal. El 11 es un número simbólico para los árabes. También que ETA no intervino en la masacre de Madrid. Este atentado lleva el sello de Al Qaeda, aunque para la policía esa nomenclatura "es sólo una franquicia, un referente ideológico". La investigación judicial, según Sánchez, está a punto de concluir.