Los árboles quemados se talaron, ya que si se mantenían en pie en la época de lluvias se podían pudrir y originar un importante daño ecológico. Una parte de la madera quemada se ha utilizado para elaborar pequeños diques o albarradas que permiten luchar contra la erosión en el terreno afectado. En un principio esa era la única solución que se podía dar, ya que la ley extremeña prohibía por un periodo de tres años la venta o enajenación de este tipo de material procedente de incendios forestales.

Pero, finalmente, la Junta modificó la ley con carácter excepcional atendiendo a las peticiones de los ayuntamientos, ya que gran parte de los ingresos municipales se basaban en la gestión de esos montes --más del 30% de los presupuestos de los ayuntamientos procedían de la madera de estos árboles--.

El dinero obtenido en las subastas de la madera se está invirtiendo en el arreglo de caminos y pistas forestales. Del total obtenido, el 15% se queda en poder de la Administración regional y el resto se destina a los ayuntamientos afectados.