"Ver quemarse tu tierra, tu sudor de toda la vida, el trabajo de generaciones, en tan sólo dos horas, es una tristeza, una pena muy grande. ". El que se lamenta es Cecilio Díaz, un jubilado de Navalvillar de Ibor que se lleva las manos a la cabeza y le brillan los ojos cuando recuerda los momentos que vivió hace dos meses. El fuego que asoló el pasado verano el norte de Cáceres se llevó sus olivos y castaños, más de 1.000 kilos de aceitunas y más de 2.000 kilos de castañas. Toda una vida de trabajo.

Díaz resume el sentir general de muchos vecinos de los municipios afectados por los incendios que arrasaron más de 12.500 hectáreas el pasado verano en las comarcas de Las Villuercas y Las Ibores. Un incendio que por suerte no se llevó ninguna vida pero que dejó la economía de muchas familias quemadas, ya que sus ingresos procedían de sus campos, de sus cultivos, de la caza.

"Tenemos incertidumbre porque no sabemos nada de las ayudas, ni la reforestación, ni la limpieza de los montes. Nos tienen olvidados. Han pasado ya dos meses y seguimos igual. Que venga quien tenga que venir a ver que esto es una catástrofe y que nos tienen que ayudar". Pilar, propietaria de un restaurante a las afueras de Castañar de Ibor, otro municipio que también sufrió las llamas del incendio, también se encuentra desolada. El paisaje que hay alrededor de su negocio es triste, negro, granate por el fuego. Apagado de vida, de alegría. "La gente viene por el morbo a curiosear un rato pero luego nada. Para ver esto se va".

El turismo se resiente

Y es que el turismo en Las Villuercas y Los Ibores tampoco se ha salvado del fuego. Laia Panisello, de la Oficina de Turismo de Guadalupe, relata que la mayoría de turistas que vienen --sobre todo españoles-- desconocen que la zona está quemada, "pero claro cuando entran por Cañamero y lo ven todo negro y cuando salen por Castañar de Ibor y lo ven igual se asustan ". Muchos de ellos lo que hacen es quedarse menos días de lo que tenían previsto --señala la joven-- o renuncia a hacer excursiones pensando que está todo quemado aunque se le informa de que no es así.

Pero los que sufrieron más son los negocios de la zona, restaurantes, hoteles y casas rurales, que durante los días en los que ocurrieron los incendios y las semanas después tuvieron cancelaciones y cambio de planes de clientes que marchaban antes de lo previsto.

La caza ha sido otro de los sectores afectados. Se han perdido muchas especies cinegéticas y muchas monterías. Por ejemplo, en Navalvillar de Ibor, su alcalde, Javier Morales, asegura que de las 5 manchas --cacerías-- que iban a hacer este año, ya sólo se podrán hacer 3. Y esto supone que vengan menos cazadores y menos dinero para el pueblo, ya que "la caza es un gran reclamo turístico para la zona".

Ahora los vecinos sólo esperan que lleguen las ayudas prometidas, que se haga la reforestación y se limpien los campos. Intentar seguir adelante y no venirse a bajo pensando que lo han perdido todo. Pero también intententan prevenir posibles incendios. En esto último es en lo que están trabajando los protagonistas de aquellos días de fuego, los retenes. Los bomberos forestales que participaron en la extinción piden que se limpien los campos, más cortafuegos y la colaboración de todos por "el bien de todos".