Se sienten en la obligación de explicar que ellos no tienen nada que ver con aquellos «que quieren separar la religión de la sociedad» cada vez que el terrorismo machaca, sobre todo cuando lo hace cerca de casa, como fue el caso del reciente atentado en Manchester. «Nuestro deber es mostrar la realidad de la cultura que nos pertenece», asegura Mohamed Tak Tak. «Un líder escondido no beneficia a nadie, tenemos que hacer de portavoces para romper prejuicios y no podemos vivir ajenos a lo que está ocurriendo en el contexto internacional», asegura Adel Najjar.

El primero representa a la comunidad musulmana en Plasencia. El segundo es imán de la mezquita de Badajoz y presidente de la Unión Islámica de Extremadura. Hasta finales de junio 20.000 personas (procedentes de Marruecos, Angola, Paquistán, Sudán, Senegal, Palestina, Jordania...) celebran su mes sagrado, el Ramadán, en la región, y los líderes espirituales quieren aprovechar este «periodo de reflexión» para abrir las puertas de su fiesta al resto de la sociedad. «Debemos transmitir el mensaje tolerante del Islam y defender el diálogo y la convivencia», subraya Najjal.

NOVENO MES LUNAR

Durante su noveno mes lunar, tienen prohibido comer y beber y mantener relaciones sexuales mientras que el sol esté fuera. «La fuerza de la fe es más resistente que la del hambre o la sed. El Ramadán es una forma de autocontrol, de aprender a ser fuerte», asegura con fervor el imán de Badajoz. Cuando cae la noche, rompen el ayuno con una convivencia familiar.

Pero este año han querido sacar esta tradición a la calle, más allá de las mezquitas y más allá de sus propios hogares. Esta misma semana lo han hecho en Plasencia con una jornada de puertas abiertas en la que invitaron a té y dulces caseros y a cenar platos típicos (entre ellos está la sopa Harira, elaborada con carne, tomate y legumbres) a las autoridades civiles y religiosas de la ciudad. El alcalde, Francisco Pizarro; el administrador de la Diócesis, Francisco Rico Bayo; y representantes de la Guardia Civil, entre otros vecinos, acudieron a la llamada para conocer más de cerca una de las creencias que existe y se practica en Extremadura.

Un modus operandi similar se va a repetir en el resto de comunidades islámicas de la región (hay una veintena, la mayoría en el norte de Cáceres, sobre todo en Talayuela, donde se concentran más del 40% de los musulmanes extremeños). Desde la mezquita de Badajoz, además, se potenciará dar a conocer «la vertiente más social», tal y como subraya Adel Najjar, con el reparto de comida entre las familias más vulnerables del barrio donde se ubica, el Gurugú.

Con estas acciones de apertura se pretende buscar «la amistad y el respeto» y acabar con «los malos prejuicios». Entre ellos, quieren contar que la mujer ya puede entrar a rezar en el templo pacense. Hace unos años no había sitio para ellas, solo para los hombres. No obstante el lugar que les pertenece es la parte de atrás, detrás de ellos, ya que no pueden mezclarse para evitar distracciones.

Al fin y al cabo, supone una metáfora del papel que las religiones, en general, le dan a la mujer (esta en concreto permite la poligamia, por ejemplo). El uso del velo islámico es uno de los asuntos más polémicos: en Europa se opina que es discriminatorio, pero muchas voces consideran que prohibirlo significaría condenar a las musulmanas residentes en territorio europeo a no poder formar parte de la sociedad, ya que no estarían dispuestas a salir de casa sin esta prenda (sea una decisión propia o no) que, como mínimo, les tapa el pelo y en su versión más radical -el burka- sólo deja una rejilla para los ojos.

Conscientes de las numerosas críticas que suscita su religión (como la no aprobación de la homosexualidad), quieren aprovechar igualmente este mes sagrado para abrir el diálogo y dar ejemplo, «porque el Islam es política social», acentúa Adel Najjar. De hecho, su comunidad pacense fue premiada en 2011 por «su capacidad de diálogo» por parte de la Fundación Pluralismo y Convivencia, que presidía el entonces ministro de Justicia, Francisco Caamaño.

No obstante, los preceptos sobre los que se asienta el Islam son inamovibles. Es algo que así se aprende y se justifica en el hecho de que es la única manera de que el respeto a la religión siga funcionando.

FIESTA REIVINDICATIVA

Pero donde realmente quieren poner el foco es en la vivencia del Ramadán como una fiesta reivindicativa de su cultura y una forma de derribar barreras. «Todos estamos implicados en defender la sociedad en la que vivimos, porque somos parte de ella, y tenemos que facilitar el camino de la igualdad para nuestros hijos que han nacido en Extremadura», manifiesta Najjar. Y añade: «Una gran religión debe ser representada por grandes personas que sepan cómo ofrecer sus valores a los demás». Por su parte, Mohamed Tak Tak, apostilla: «La mejor forma de lograr un acercamiento es que la gente nos conozca».

Ambos líderes espirituales tienen claro que se trata de la senda adecuada para «luchar contra el radicalismo y la islamofobia», una reacción que provoca el miedo a lo desconocido, sobre todo cuando el horror se vive cerca de casa.