Todo el mundo quería ver algo. Lo que fuera. Los regalos, los coches que entraban y salían, los Reyes, los políticos... Para ello, la única solución fue armarse de paciencia para no agobiarse entre la multitud. Así aguantaron durante horas cientos de vecinos y curiosos, que esperaron durante toda la mañana para ser testigos de la bienvenida al mundo de la pequeña Leonor. Al menos, el cielo concedió una tregua. La intensa lluvia caída en la madrugada de ayer desapareció para dejar lugar a un estupendo sol.

A falta de regalos institucionales, que vendrán más tarde, los presentes que llegaron ayer a la Ruber tenían sello comercial. Numerosas empresas especializadas en artículos de bebé aprovecharon la ocasión y enviaron regalos en los que se podía leer el remitente. A lo largo de la mañana, numerosos mensajeros --incluido uno vestido de botones-- llegaron cargados de canastillas con "ropa de primera puesta" y productos de higiene infantil. También hubo peluches, flores, una pirámide de globos e incluso una camiseta del Real Madrid con el número 1, obsequio del presidente blanco, Florentino Pérez. Una selecta frutería de la capital quiso quedar bien con la recién nacida y envió una cesta de la que sobresalía una hermosa piña.

El desfile de presentes fue seguido con atención desde los balcones de los edificios vecinos. También, a pie de calle, por los curiosos que se apostaron tras la valla de seguridad colocada por la policía. Paco Suárez demostró hasta dónde puede llegar el sentimiento monárquico. Aterrizó en Madrid el domingo procedente de las Palmas, y ayer sustituyó el "paseo por el centro" que tenía previsto por una "excursión" a la clínica Ruber.

Su compañera de guardia, Dolores Serrano, aseguró que nadie la movería de allí hasta que viera con sus ojos a los Reyes. También quería verlos María, una pequeña de 5 años. Cuando la niña preguntó: "¿Quién viene?", su abuelo le contestó que los Reyes. Ella dijo: "¿Magos?"

Los curiosos miraban con cierta envidia a los periodistas, que estaban ubicados unos metros más cerca de la clínica. La ubicación de los informadores, sin embargo, tampoco era privilegiada ya que, debido a la inmensa cantidad de profesionales, éstos se vieron obligados a grabar las palabras de los Reyes en cuclillas. Eso sí, a las 14.10 horas, igual que sucedió el domingo, la dirección de la clínica entregó a los periodistas varias bandejas con bocadillos.

Pero hasta entonces, y mientras esperaban el nacimiento, los periodistas tuvieron que recurrir toda la madrugada al bar del club de fútbol Nuestra Señora de Luján, el único abierto en varios kilómetros a la redonda. El desfile de informadores provocó la curiosidad de la policía municipal, que interpuso una denuncia por estar abierto toda la noche sin permiso del Ayuntamiento. La noticia corrió entre los informadores y uno de ellos lo comunicó a la Casa del Rey. Poco después, la Zarzuela tranquilizó a los dueños. La denuncia quedará en papel mojado.