Con la cuenta atrás a punto de agotarse, el régimen iraquí desplegó ayer en las calles de Bagdad a miles de militantes armados del Baaz, el partido único en Irak, con el objetivo de evitar una revuelta popular una vez que empiece el ataque. Todos los cruces, lugares estratégicos, avenidas y plazas, amanecieron ayer vigilados por grupos de civiles, que vestían el uniforme verde del partido y portaban fusiles.

"El régimen --dicen fuentes diplomáticas árabes-- no ha puesto a esta gente para defender Bagdad de EEUU. La ha desplegado para aplicar el toque de queda y controlar a los iraquís. El objetivo es que, cuando empiece el ataque, nadie intente una revuelta interna contra Sadam". También llamaba la atención que no se viera ni rastro del Ejército.

El viceprimer ministro iraquí, Tarek Aziz, se vio obligado ayer a comparecer ante la prensa para desmentir los insistentes rumores, recogidos por todos los medios de comunicación del mundo, que anunciaron su huida de Bagdad e, incluso, su ejecución. Aziz señaló que él se encuentra en la misma posición que el resto "del valiente liderazgo iraquí". "Nacimos en Irak y moriremos en Irak", subrayó.

Pero los iraquís sólo pensaban ayer en ponerse a salvo de las bombas. Las pocas tiendas que quedaban abiertas en Bagdad avisaban de que hoy, pasara lo que pasara ayer por la noche, no abrirían.