La finca Los Lunares de Monterrubio de la Serena llevaba más de cuatro años albergando cacerías de animales exóticos cuando el pasado mes de diciembre intervino la Guardia Civil y encontró en su interior dos tigres --uno de ellos muerto-- y un león.

Así lo han confirmado a EL PERIODICO EXTREMADURA fuentes muy próximas a la investigación y del entorno de Manuel Domínguez, el gestor cinegético detenido por los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) como principal responsable de estas actividades. Según estas fuentes, durante este tiempo en la finca se abatieron hasta una decena de especies exóticas, además de otras teóricamente legales pero para las que tampoco solicitó la preceptiva autorización a la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente.

ESPECIES PROHIBIDAS Entre las especies prohibidas que se cazaron, además de tigres, lobos y leones, se utilizaron para los safaris jaguares, cebras, íbices (cabras salvajes de los Alpes), linces y pumas.

La mecánica que utilizaban los organizadores de estas cacerías ilegales era simple, al menos en apariencia. Trabajaban siempre a petición y tenían incluso lista de espera. Una vez que conocían las preferencias del cazador , y acordaban el precio, el principal obstáculo era conseguir los animales.

Sin embargo, y siempre según las fuentes consultadas por este diario, esto nunca fue problema para Manuel Domínguez. Este gestor cinegético acudía a los excedentes de pequeños parques zoológicos de toda España y también importaba especies de países como Alemania, Francia, Holanda, Austria y Bélgica.

En muchos de estos viajes tenía guías --el pasaporte de los animales-- en regla porque los lograba a través de donaciones o utilizando como comprador el nombre de zoológicos inexistentes. En otras ocasiones recurría al número de núcleo zoológico de un parque de Toledo. El transporte era una de las partes más delicadas de la operación, por lo que Manuel Domínguez pagaba fuertes sumas de dinero.

ALTERNATIVAS Una vez que los animales llegaban a la finca y todo estaba preparado, se utilizaban dos sistemas que dependían del cazador . O bien se mataba a bocajarro la pieza dentro de la jaula o si se quería algo más de emoción se soltaba y se disparaba desde unas torretas. En otras ocasiones, los clientes únicamente estaban interesados en el trofeo, por lo que el animal se mataba y desollaba y se quemaban los restos.

En estos más de 4 años los lobos fueron las piezas más cobradas debido a que era la especie más fácil de conseguir, era más sencillo dar explicaciones si eran interceptados --en otras zonas de España su caza es legal-- y por su rentabilidad.

Aunque no hay datos concretos sobre el número de lobos abatidos en Monterrubio, fuentes cercanas a la investigación han confirmado que en los dos últimos años de actividad del coto extremeño --entre el 2004 y el 2005-- la asociación alemana de zoos ha cifrado en entre 50 y 70 los cánidos procedentes de ese país que acabaron en la finca extremeña. A estos hay que sumar los 20 ó 30 que llegaron en ese mismo periodo desde Austria y Francia y los que se compraron en España.

En cuanto al precio que se pagaba en estos safaris , éste dependía en gran medida de la dificultad para conseguir los animales y de su precio de mercado , y también se tenía en cuenta el poder adquisitivo del cazador . Así, por ejemplo, los animales legales --como gamos, ciervos, muflones y jabalíes-- costaban entre 300 y 2.000 euros.

Pero el verdadero negocio estaba en la caza de animales exóticos y en el reparto de los trofeos. Los más caros eran los tigres y los jaguares, que podían llegar a superar los 10.000 euros por pieza. Abatir una cebra costaba 4.000 euros y un león se situaba en torno a los 3.000 euros. Los linces estaban tasados en unos 1.500 euros, y los lobos alcanzaban entre 2.400 y 3.000 euros, un precio similar al que se llegaba a pagar por un puma.