Por si alguien se lleva ahora a engaño, cabe recordar que lo advirtió el mismo día de su investidura: «No es época para cobardes, ni para temerosos, ni para flojos de piernas». Carles Puigdemont Casamajó, el presidente número 130 de la historia de la Generalitat, tenía que cumplir este martes el encargo para el que Artur Mas le ungió como sucesor en enero del 2016, in extremis y a trompicones: llevar a Cataluña de la «posautonomía» a la «preindependencia». Lo ha hecho fiel a sus dos pedigrís: el secesionista y el convergente. Nadie ni dentro ni fuera del soberanismo puede decir que no estaba avisado conociendo el perfil de este independentista de piedra labrada, traducción libre de una típica expresión catalana que indica la vocación vital de una persona. Puigdemont ya predicaba la ruptura con España cuando el fundador de su partido, Jordi Pujol, trataba con displicencia a los cachorros de CDC que, como él, defendían que Catalonia is not Spain.

Y cuando su antecesor en el cargo, Mas, tildaba la independencia de concepto «anticuado y oxidado», 10 años antes de convertirse a la causa. Esa diferencia en el marchamo se reflejaba en los discursos de cada cual: épico y recargado el de Mas; más directo y sin alharacas el de Puigdemont. El de ayer seguramente fue el más difícil de descodificar.

Filólogo y periodista

La vida del presidente catalán cambió la primera semana del 2016, pocos días de su 53º cumpleaños, mientras apuraba los turrones y capricis (unas galletas típicas de gerundenses) elaborados en la Pastisseria Puigdemont, de Amer, el pueblo donde nació y donde trabajó, en su adolescencia, en el obrador de la familia. Después, ya en Gerona, ejerció como periodista, su verdadera vocación, y compaginó la redacción de Punt-Diari (del que llegó ser redactor jefe) con los estudios de Filología Catalana, que no terminó, en parte como consecuencia de un accidente de tráfico que sufrió en 1983.

Fundó la ANC y la dirigió hasta que pasó a manos públicas e impulsó la publicación de Catalonia Today, hoy en la órbita de El Punt-Avui. Puigdi (conocido así por amigos y compañeros) es el primer presidente catalán con cuenta propia en internet bajo el alias de @KRLS. Todo ello bajo un prisma de militancia independentista forjada en una familia en la línea de la más de pura cepa nacionalista. Los inicios de su militancia se concretan en el apoyo a la Crida a la Solidaritat, en la fundación de las Juventudes de CDC en las comarcas de Gerona y en la organización de actos de apoyo a los independentistas detenidos en la operación Garzón en 1992.

No fue un peso pesado en la política gerundense, más allá de su convivencia y amistad con el ala más independentista de los nacionalistas, hasta que fue diputado en el Parlamento (en 2006), si bien con anterioridad había ocupado el cargo, de designación política, como director de la Casa de Cultura de Gerona (2002-2004). También por una carambola fue candidato a la alcaldía de Gerona en 2007, en sustitución del abogado Carles Mascort, que se desmarcó por un oscuro caso de amenazas a su familia.

Carácter personalista

En el 2007 consiguió un buen resultado pero fue en el 2011, al conseguir la alcaldía hasta entonces feudo socialista, cuando su figura consiguió más relevancia. En la reválida como alcalde, incorporó a sus filas antiguos militantes del PSC y de Unió. Como alcalde se caracterizó por una política personalista sin estruendos, hasta que recientemente la justicia ha puesto el foco en un posible fraude millonario en la empresa pública del agua. Domina el inglés y el francés, pero también el rumano, amén de su matrimonio con una mujer rumana, Marcela Topor, con quien tiene dos hijos. Es una persona discreta y con una acusada personalidad. El joven Puigdi que llegó a Gerona con el marchamo de un independentismo a ultranza que no ha cambiado a lo largo de los años, pasó a ser el @KRLS del Twitter que prefiere la independencia como la comida, «mejor sin aditivos ni colorantes».