Desconozco los medios y las formas para dirigirme a Su Señoría. Sin embargo, no quiero callar la voz y asentir estoicamente a la resolución de este juicio, pues, si en parte se ha cumplido la sentencia con una nueva valoración médica, de otra parte, la verdaderamente importante, ha quedado en un término ambiguo, de tibieza, pues el fin era incluir a nuestro hijo en la lista de espera. Pero "no hay motivos médicos", aducen desde La Paz. Yo pregunto: ¿Qué es un trasplante renal, un motivo agrícola, económico?

Si en el Hospital 12 de Octubre, el doctor Rafael Muley Alonso (especialista que lleva el caso de Fabio desde el principio), nefrólogo infantil con prestigio internacional y considerado uno de los mejores de España, asevera que es viable... ¿Por qué dudar de él?

Evidentemente hay una clara animadversión hacía nosotros por parte del equipo de Nefrología del Hospital La Paz, y todo, por no dejarnos embaucar. Alegando que siempre hacen lo mejor para los niños, nos ofrecieron la eutanasia. Cinco años lleva Fabio viviendo de prestado, con muchos menos padecimientos que cualquier niño... "normal".

Hemos hablado mucho con la gente de La Paz. Son expertos profesionales en demagogia, ladinos hasta la médula, embaucadores hasta la saciedad, y nunca se dan por satisfechos sin lograr su propósito: cientos de niños han pagado con su vida por su celo profesional. A esto se le llama eugenesia; otros lo llaman exterminio. Todo por el revés con que los dotó la Naturaleza.

No solo mienten a los padres, sino que también presuntamente han mentido a la justicia falseando pruebas. Por ejemplo: Omitir la existencia de nuevos medicamentos que hacen que los casos de recidiva de la glumeroesclerosis haya bajado ostensiblemente; y aportar como prueba un informe del Hospital de Cruces (Bilbao) donde le diagnostican una enfermedad cardio-respiratoria. ¡Nunca Fabio padeció tal dolencia y nunca hemos pisado Bilbao!

Las razones que aducen sobre pacientes con encefalopatía severa no son más que conjeturas. Como reconocieron en el juicio, no se ha trasplantado ninguno. El resto de jergas médicas: contraindicaciones y efectos secundarios, pueden abrumar a Su Señoría y a cualquier doctor no ducho en la materia. Nosotros llevamos cinco años viviendo la enfermedad, pasando por tratamientos mucho más agresivos y complejos, y se puede corroborar que en todo lo que aducen, los pros y los contras, no son ajenos a ningún transplante, a ninguno.

Si todo el mundo hace bien su trabajo (especialmente los médicos), los únicos responsables físicos y morales seríamos nosotros, los padres. Así lo hemos decidido. Aceptar la decisión de la doctora Navarro en su día, hubiese llevado a nuestro hijo al sepulcro y por ello nos acuso de haber roto la relación médico-paciente. ¿Qué otra relación quedaba? ¿Médico-difunto? Y ya metido en cuestiones, tengo algunas a las que no hallo respuesta: ¿Se mofa esta doctora de la justicia al forzarla a tomar decisiones médicas? ¿Toman los médicos decisiones judiciales? ¿No es la eugenesia un crimen de lesa-humanidad? ¿Por qué esa potestad sobre la vida y la muerte con total impunidad, riéndose a la cara de los padres, con rictus maliciosos? ¿Por qué se aprovechan de lagunas legales? ¿Si "no hay razones médicas para incluirlo en lista de espera", dónde están las excluyentes?

Si la balanza de la justicia ha equiparado los platillos por las pruebas de ambas partes... ¿Hacía donde debe inclinarse esa duda? A todas luces y con toda lógica, hacía la parte más débil, hacía la parte donde se puede perder todo (en este caso la vida). En el otro platillo sólo se perdería la soberbia y la prepotencia. En nuestra parte de la balanza no ha cabido una sola mentira, hemos puesto en ella la vida de Fabio; en la otra parte han puesto de todo.

Juzgue y corte Su Señoría por donde le dicte el corazón, su razón y conocimientos, pero sería conveniente arrancar del todo la venda del icono de la Justicia, pues con pillos y malicientes, la mayoría de las veces son insuficientes dos ojos. Pido disculpas por conducirnos con tanta liberalidad. Tenga presente que no solo nos empuja la pasión de padres, también la del raciocinio.