Al final, como casi siempre, ganó la guerra el primer ministro israelí, Ariel Sharon. El cruento pulso que los dos enemigos, Sharon y Yasir Arafat, sostuvieron durante más de tres décadas lo acabó arbitrando la muerte, que se llevó al líder palestino, de 75 años, y ha dejado solo en el escenario a su pareja de baile israelí, de 76 años. Ayer, Sharon ni siquiera se refirió a Arafat por su nombre y afirmó que "los recientes acontecimientos constituyen un punto de inflexión en Oriente Próximo".

En varias ocasiones tuvo Sharon la oportunidad de matar a Arafat, a quien calificaba de "mentiroso patológico y asesino". Más de una vez Sharon se ha arrepentido de no haberlo hecho, por lo que no extraña que en ninguna de sus palabras de estos días hubiera signo alguno de piedad. Tampoco se acordó nadie de que Arafat acudió a la casa de la viuda de Isaac Rabin para darle el pésame por el asesinato del entonces primer ministro israelí a manos de un extremista judío.

Tampoco ha habido, es cierto, mucha acritud entre las autoridades israelís, excepto las del ministro de Justicia, Tommy Lapid, que afirmó: "Lo odiaba por la muerte de israelís. Lo odiaba por impedir que avanzara la paz".

"ABRAZAR EL TERRORISMO" Shimon Peres, líder laborista y coganador del Nobel de la Paz con el rais , fue fiel a sí mismo al expresar sus condolencias al primer ministro palestino, Ahmed Qurei, y al afirmar que "el gran error de Arafat fue "abrazar el terrorismo". Eso sí, viejo zorro, Peres lanzó un aviso para quien quiera escucharlo: "No hay duda de que con la muerte de Arafat una era ha acabado... para bien o para mal".