Que el sector cinegético es uno de los motores de la economía en muchas zonas rurales de la región es algo de lo que tradicionalmente se ha alardeado en el sector cinegético. Ahora se está poniendo por primera vez cifras a esa afirmación y los números corroboran lo que muchos aseguraban: la caza es también economía y empleo, concretamente más de 400 millones de euros cada temporada (entre octubre y marzo) y 90.000 jornales durante esos días. Son las conclusiones que se extraen del primer borrador del plan general de caza, en el que trabaja desde hace un año la Junta y del que ya se han evaluado los primeros datos en el seno del Consejo Regional de Caza.

El documento cuenta con más de mil páginas y divide a la región en 23 comarcas cinegéticas (en función de los datos de los últimos años) para poder desarrollar las medidas oportunas en cada una de ellas, en cuanto a capturas, densidades óptimas...

Además establece planes especiales dirigidos a la mejora y fomento de las principales especies cinegéticas de la región, la recuperación de poblaciones como la perdiz roja y el intento de poner freno a la drástica disminución de conejos, una de las principales especies para la caza menor.

ECONOMIA RURAL El factor económico es fundamental para los municipios enclavados en espacios cinegéticos. "El principal valor es que se desarrolla en zonas rurales deprimidas, en las que una vez que se termina la actividad del verano, si no fuera por la caza, no habría continuidad en su movimiento económico", sostienen desde el área de Caza de la Junta de Extremadura, donde inciden en que el "impacto" en estas zonas va más allá de lo que la actividad pueda generar para la administración.

Se calcula que la caza genera más de 300 millones de euros de forma directa, que se pueden elevar por encima de los 400 millones cada temporada si se tiene en cuenta su repercusión indirecta en el sector de la hostelería, en las gasolineras o el turismo que elige Extremadura como destino para cazar. "Es una cifra realista que no es para nada exagerada e incluso puede ser que nos quedemos cortos", advierte el presidente de la Federación Extremeña de Caza, José María Gallardo.

En ese documento se define también que la caza genera 90.000 jornales al año: secretarios de los puestos, ojeadores, cargadores, guardas, auxiliares, los jornaleros que van a fabricar los puestos un mes antes de que se inicie la temporada de caza, los postores de las monterías, los que baten la mancha en la montería, las orgánicas, los perreros, las armerías, las taxidermias, los veterinarios (fundamentales por los controles que establece la administración sobre los animales cazados y también sobre los que participan en las actividades cinegéticas, como los perros); además de otros empleos como tractoristas "o administradores de fincas en terrenos que no tienen ningún valor como tal, pero que los grandes terratenientes los mantienen exclusivamente por la caza", recuerda el presidente de la federación.

VISITANTES Y junto a todos ellos, el turismo cinegético se convierte en una derivada clave que se calcula que cada año atrae a 15.000 personas durante el periodo de caza. Desde la federación no se atreven a definir un perfil de ese visitante, aunque sí que se trata mayoritariamente de gente "de mediana edad" y poder adquisitivo diverso porque el abanico de precios en las citas es también muy amplio: desde los 150 euros que puede suponer una montería ordinaria, a los más de 3.000 euros que se pueden llegar a desembolsar por un puesto en las más elitistas. (Algunos sitúan esa cifra por encima de los 6.000 euros).

El turista nacional es el más habitual en las monterías extremeñas, especialmente procedente de Madrid, pero cada vez más llegan aficionados a la caza de otros puntos de Europa, como Francia, Bélgica o Italia, e incluso de Rusia, según las fuentes consultadas por este diario. En todo caso, Portugal sigue siendo uno de los principales mercados de turismo cinegético de los que se alimenta la región.

"La mayoría empezaron a venir atraídos por la caza menor que aquí abundaba y que allí se ha tardado en controlar por la falta de regulación de los cotos", apuntan desde la federación. Los problemas de la caza menor en Extremadura (diezmada por las enfermedades que están acabando con el conejo) están afectando también a ese turismo.

En Extremadura hay cerca de 2.000 actividades cinegéticas de caza mayor (monterías, ganchos y batidas) en toda la temporada. Muchas están orientadas a la caza más humilde, a las sociedades de cazadores, y otras están dirigidas al sector empresarial y genera mucho dinero.

La temporada de caza se extiende hasta el 28 de febrero con caracter general y se puede cazar los fines de semana y festivos. Eso no significa que las 80.000 licencias en vigor salgan cada jornada, pero sí se calcula que puede haber en esos días 50.000 cazadores en alguna actividad. En el caso de la caza menor no es fácil contar con un control exhaustivo que sí se puede establecer para la caza mayor porque requieren de comunicación previa por parte de la Junta.

La federación de cazadores defiende que además de un recurso económico, la caza es también un elemento social y cultural. Pero por encima de todo ello sitúa el valor medioambiental de la caza, "por la gestión cinegética, que implica el cuidado de los terrenos en los cotos a través de la mano del hombre y la creación de abrevaderos o charcas", asegura. Defiende que el mundo de la caza es "el más interesado en que el campo esté en las mejores condiciones".