"Aquí viene una persona un poco mañosa y se amuebla su casa", comenta Jacobo Silva, uno de los muchos chatarreros que acuden a la escombrera de La Isla de Coria a recoger chatarra. De hecho, en este espacio junto al antiguo camino que comunica Coria con Rincón del Obispo y muy próximo al Charco del Moro, pueden encontrarse objetos de lo más insólitos. Desde una ristra de pimientos morrones secos a tablones de madera, cestos de ropa, jerseys, zapatillas, tejas, tuberías, baldosas, revistas, libros, latas de conserva, botellas de plástico y de vidrio; sofás, botes de pintura plástica, sillas, cartones de leche, cuerdas, cortinas, colchones, chatarra y ladrillos.

Tantos residuos esparcidos en una superficie de propiedad privada no parecen molestar a los vecinos que pasan cerca de ella para ir a sus fincas. "Esto no molesta a nadie", afirman. Por contra, la escombrera parece ser un recurso para muchos. Jacobo Silva, que se traslada con su furgoneta desde Galisteo, ayer recogió 4 kilos de chatarra para venderla en Plasencia. "Por lo de hoy solo me pagarán 1 euro, pero otros días cojo más".

Para el ayuntamiento, también es una alivio mientras trabaja en crear una escombrera municipal, según explica el edil de Obras, Antonio Agüí.