Primero llegó un tuit, exento de cualquier rastro de diplomacia. «¡Fidel Castro está muerto!».

Tres horas después, un comunicado, donde al fallecido líder cubano se le definía como «un brutal dictador que oprimió a su pueblo durante casi seis décadas» y que deja como «legado pelotones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de derechos humanos fundamentales».

Tras los dos mensajes está Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos y el hombre que a partir del 20 de enero del próximo año debe decidir qué rumbo toman las relaciones con Cuba que su predecesor, Barack Obama, decidió restablecer en diciembre de 2014 tras casi seis décadas.

Esa decisión es, como muchas otras que deberá tomar un magnate inmobiliario sin experiencia en el mundo de la política, una total incertidumbre. Y no se ha despejado en su reacción a la muerte de Castro, en la que, sin entrar en detalles, Trump solo aseguró que su Administración «hará todo lo que pueda para asegurar que el pueblo cubano puede finalmente empezar su viaje hacia la prosperidad y la libertad».

Barack Obama, que en un ejercicio de equilibrio retórico definió a Fidel Castro como «una figura singular», optó por defender su acercamiento a la isla y recordar a los cubanos que «tienen un amigo y socio en EEUU».

Por su parte, Donald Trump y su equipo de transición, mientras, no dijeron ni una palabra sobre si se dará marcha atrás a algunas de las medidas del deshielo, desde la que ha dado luz verde a 90 vuelos comerciales directos diarios entre Estados Unidos y la isla o la que permitió inversiones.

Y aunque se especula con que la mente de empresario de Donald Trump le inclinará a mantener siquiera parcialmente la ruta abierta hace cerca de dos años, de momento todo lo que hay son promesas que hizo en la campaña, en la que, sobre todo en la recta final, endureció el mensaje.

REVERTIR ÓRDENES EJECUTIVAS / «Todas las concesiones que Obama ha dado al régimen de Castro se hicieron con órdenes ejecutivas, lo que significa que el próximo presidente puede revertirlas, y es lo que haré a no ser que el régimen de Castro cumpla nuestras demandas. No mis demandas, nuestras demandas», declaró ya Donald Trump en pasado mes de septiembre.

Hablaba en Miami, donde el pasado 8 de noviembre recibió el contundente apoyo de la parte dura del exilio. Y es a esa comunidad a la que también hizo un guiño también ayer en su declaración tras la muerte de Fidel Castro, mencionando expresamente a los veteranos que la CIA formó y armó para intentar la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961.

Tras la elección, Donald Trump también dio ayer señales de mayor endurecimiento. De este modo, el magnate ha incluido en su equipo de transición del Departamento del Tesoro a Mauricio Claver-Carone, un abogado y lobista que es férreo defensor de mantener el embargo a Cuba, que ha expresado que el presidente electo probablemente anulará las órdenes «descaradamente inconsistentes con las leyes estadounidenses».

Con el Congreso en manos republicanas, cualquier esperanza de levantar o relajar el bloqueo se disipa.