Hace 28 años que se no escucha el llanto de un recién nacido en la localidad cacereña de Cachorrilla. Justo desde que nació Rubén Morera, en 1990. Ese año se registró el último nacimiento en el municipio, y no es que Rubén naciera literalmente allí. Llegó al mundo en el hospital de Coria, pero de allí le trasladaron directamente a Cachorrilla donde ha vivido siempre con su familia. Y donde seguirá residiendo. «No cambio el pueblo por una ciudad, teniendo coche para poder moverte donde necesites, no hay ningún problema. A mí me parece una ventaja vivir en el pueblo y tampoco cambiaría la infancia que he tenido aquí, la libertad y la tranquilidad de un niño en un pueblo como Cachorrilla, la calidad de vida, el contacto con la naturaleza, la cercanía con la gente,... Aquí todos somos como una gran familia», dice orgulloso de sus raíces.

Querido entre sus vecinos, era el niño mimado del pueblo, él ha sido testigo de la involución del municipio en los últimos años. En esta localidad cacereña llegaron a ser casi 500 habitantes en los años 40 pero décadas más tarde, la emigración, como ocurrió en prácticamente toda la región, se cebó con Cachorrilla y ya no pudo levantar cabeza. Preocupado por esta situación, Rubén Morera decidió dar el salto a la política y ponerse al frente del consistorio. «Pero el problema demográfico de las zonas rurales es tan complejo, que poco podemos hacer desde un ayuntamiento, te sientes atado de pies y manos. Cachorrilla tiene problemas de vivienda y el ayuntamiento tampoco tiene recursos. Por eso, necesitamos ayuda, como todas las zonas rurales, un apoyo decidido por parte de las administraciones para que se valoren nuestros pueblos y que se incentiven actividades como la agricultura y la ganadería, es vital», apunta.

Este pueblo llegó a tener en su día una escuela pública que se cerró pocos años antes de que naciera Rubén. Sin niños, el futuro de Cachorrilla es sombrío, pero su alcalde quiere ser optimista. «Hay que serlo, siempre». El poco relevo generacional no viene de la mano de los nacimientos pero sí de la emigración. Esas personas que en los años 60 y 70 se marcharon a otras comunidades en busca de una vida mejor, ahora están regresando al pueblo tras la jubilación. «Por lo menos, hay algunos que están volviendo y podemos mantenernos los poquitos que somos». En el padrón del 2017 constan 86 vecinos, pero Rubén ya no es el más joven del pueblo. «Hay un matrimonio que se vino a Cachorrilla a vivir con sus dos hijos que tienen ahora unos 20 años».