«Mi madre y mi padre han muerto por la guerra. Mi hermano tiene 25 años y mi hermana 18. Ellos han reunido el dinero para que salga de allí porque la situación es muy difícil. Un amigo me dijo que en Europa podría estudiar y trabajar. He tardado seis meses en llegar, atravesando Guinea, Argelia y Marruecos. Aquí estoy solo, no tengo a nadie. Me gustaría poder ir a la escuela y aprender para luego trabajar construyendo casas». Es el testimonio de Kuestane, un joven procedentes de Liberia, un país donde casi el 84% de su población vive con menos 1,25 dólares (un euro) al día, a pesar de ser una nación rica en caucho, oro y diamantes.