De modo que las cosas, a pesar de todo, cambian en Madrid. Tras una seria batalla en la que ni los sondeos ni los analistas han dado una en el clavo. El ayuntamiento se queda en manos del Partido Popular, con el mejor de sus candidatos al frente, mientras la Comunidad ha vuelto, tras ocho años, a manos de la izquierda sumada. Los votantes han repartido, y la tendencia cambia. No tanto como indicaban las manifestaciones por la guerra y el Prestige, pero mucho más de lo que se pensaba hace un año, cuando el PP mandaba casi en cualquier lado.

Una batalla que se antojaba decisiva para el futuro político ha tenido un resultado más modesto: ha marcado un suave cambio de tendencia. No ha habido vuelco, pero sí una indicación clara en los términos en que José María Aznar planteó la batalla: José Luis Rodríguez Zapatero puede ganar las generales del 2004. Eso es lo que indican los resultados de la Comunidad de Madrid.

Porque en el ayuntamiento de Madrid se ha votado a Alberto Ruiz-Gallardón, una rara avis entre los políticos madrileños de derecha: la gente confía en él, y no provoca el miedo de la derechona de José María Alvarez del Manzano. La batalla política general se ha dado en la Comunidad. Y Gallardón tiene solvencia, frente a una candidata desconocida que podía ofrecer poco más que simpatía. Lo demás, tendrá que demostrarlo en la oposición.

De estas elecciones madrileñas también ha surgido, en voz baja el nombre del sucesor: Rodrigo Rato. Por un lado, porque Aznar ya puede nombrarlo, una vez que el desastre que algunos presentían no se ha producido. Y Aznar está más por ese candidato que por otros. En segundo lugar, porque Rato ha hecho una dura campaña en Madrid, en favor del partido. En tercero, porque el candidato más serio, el propio Ruiz-Gallardón, no puede abandonar la alcaldía a los cuatro meses de alcanzarla. ¿Se lo perdonarían los electores? Bueno, los electores lo acaban perdonando todo.

Ayer en Madrid, la derecha se levantó deprimida y se acostó eufórica, dentro de un orden. La suma de todos los votos acabó dando victorioso al PSOE. Pero las sumas previas decían, sin excepción, que el desastre iba a ser de tal calibre que ante la puerta de José María Aznar se iban a formar colas de concejales sin trabajo pidiendo responsabilidades.

El PP tiene una sólida base social que se moviliza cuando lo pide su líder. Luego están los votantes de Gallardón, que no hacen muchos ascos a su asentimiento a la guerra de Irak o a su asunción de Ana Botella como compañera de gobierno.

POCO CARISMA

A última hora sonaba el runrún de que la alta participación iba a derribar los muros del castillo del PP. No fue tanto. Quizás porque Madrid ya no sea una ciudad de izquierdas salvo si eso sirve para algo. Quizás eso es lo que la derecha ha comprendido. ¿Y si lo que quieren parte de los electores madrileños es un alcalde gestor? ¿Y si lo que pasa en Madrid es lo que pasa con el Real Madrid? Ruiz-Gallardón es Florentino Pérez, un hombre que tiene menos carisma que Bernabéu, pero no le provoca repugnancia a ningún socio del club. Ni de los clubs rivales.

Es muy posible que la victoria de Gallardón sea la que menos quería celebrar el PP. Toda la noche la pasaron sus representantes celebrando que eran la fuerza más votada. Eso, sin embargo, le tocó al PSOE. En Génova las banderas no proclamaban a Gallardón, sino un error: que el PP había ganado.