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El Gobierno del Vaticano continuó ayer su ritmo de trabajo, como si fuera un día más. Poco después de que el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, informara sobre "el grave estado de salud" de Karol Wojtyla, la Santa Sede hizo público el nombramiento oficial de 11 nuevos obispos, dos nuncios (embajadores) y de un alto funcionario, y la aceptación de la renuncia de otros seis cargos.

Algunas fuentes oficiosas explicaron que se trataba de una decisión adoptada por parte del Papa durante el día anterior, aunque este extremo parece bastante improbable, a causa de su estado crítico en el que se encontró a lo largo de la jornada del jueves. Para llevar a cabo cualquier nombramiento es necesario la autorización del Pontífice, aunque no su rúbrica.

La mayoría de los nombramientos afectan a países del Tercer Mundo y también a alguna república exsoviética. Es probable que la decisión de publicar los nuevos cargos mientras el Papa yacía en su lecho de muerte se haya hecho con el fin de no tener que esperar a que se elija al sucesor y evitar que éste no los quisiera aprobar.

CALLES ADYACENTES REPLETAS Una imagen inédita e intrigante de la plaza de san Pedro del Vaticano acompañó ayer durante todo el día la agonía de Karol Wojtyla. La plaza estaba desierta; las calles adyacentes, repletas de miles de personas, y 3.000 funcionarios del Estado Pontificio fueron obligados a dejar sus oficinas a mediodía, una hora antes de lo previsto.

Hasta la hora de comer, los economatos del interior del Vaticano atendieron a los clientes, de la misma manera que la farmacia, el banco y la oficina de correos. Por la puerta vaticana de santa Ana --considerada como el acceso industrial-comercial del Estado-- continuaron entrando y saliendo vehículos, incluidos los camiones de las provisiones. La guardia suiza vigilaba las tres entradas principales al minúsculo Estado.

UNA HORA MENOS DE TRABAJO A mediodía la situación empezó a cambiar. Los funcionarios recibieron la orden de interrumpir la jornada laboral con una hora de anticipación, una costumbre vaticana que se interpreta como una señal de respeto hacia un Papa moribundo. Los guardias entornaron las puertas de acceso al Estado Vaticano y varias decenas de agentes italianos montaron guardia en el exterior.

Poco antes, a lo largo de toda la mañana, la plana mayor del Vaticano había desfilado frente a la cama del Papa agonizante, para darle el adiós definitivo. Pasaron sus más estrechos colaboradores, entre otros, el secretario de Estado, Angelo Sodano; el sustituto de la secretaría de Estado, el arzobispo Leonardo Sandri; el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, y el ministro de Asuntos Exteriores, el arzobispo Giovanni Lajo. "Está lucido y consciente", coincidieron en manifestar la mayoría.