Desde 1997 no han sido pocas las ocasiones en las que la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura ha estado a punto de echar el cierre, sin embargo, «el compromiso de los profesionales que trabajan en Adhex es muy fuerte y gracias a ellos continuamos en pie», declara Flor Fondón, su presidenta.

La crisis económica se llevó por delante a muchas de las organizaciones sociales más potentes de la región e importantes programas sociales quedaron en la estacada. En el caso de Adhex, «muchas veces hemos estado sin cobrar, incluso hasta cinco meses, y hemos continuado con nuestra labor de forma voluntaria».

En estos momentos, en sus oficinas situadas en el quinto B del número 10 de calle Amberes, en Cáceres, trabajan siete mujeres: una responsable de administración, dos asesoras jurídicas, una asesora y tres educadoras sociales.

Adhex cuenta con 79 personas asociadas que abonan una cuota anual de diez euros. De ellas, 41 son hombres y 38 mujeres. Dos de sus asociados realizan también funciones de voluntariado.

«Mucha gente nos afea que vivamos de las subvenciones, pero a mí no me duelen prendas», declara Fondón. «A la administración le sale más rentable que seamos nosotros quienes realicen una serie de labores de asosarmiento y de carácter social, que ellos están obligados a hacer, porque les salimos más barato».

A diferencia de otras organizaciones el trabajo que desarrollan desde la asociación no es asistencial «socialmente trabajamos con unos colectivos que no interesan a nadie». «¿Quién piensa en la población reclusa? Algo habrán hecho para estar en la cárcel es lo que responden pero ¿alguien sabe o se ha preocupado alguna vez en qué condiciones viven?». En la cárcel, reflexiona Fondón, «todo es gris, la ropa de los reclusos, las paredes, los edificios». Las prisiones están «llenas de gente sin recursos que no interesan a nadie».

A lo largo de estos años, la labor de la asociación ha sido reconocida con varios premios, entre los que se encuentra La Encina de Plata, concedida por la comarca de Tierra de Barros por su defensa de la sanidad pública o este último otorgado por la Mancomunidad Tajo-Salor a su proyecto Red de Comadres.

En 2017 cumplen dos décadas arrimando el hombro, una celebración para la que no habrá fiesta y cuyo programa de intenciones tendrá que esperar. Como eje central de esta celebración habían pensado organizar en la Asamblea de Extremadura unas jornadas interreligiosas con la presencia de las tres principales confesiones: católicas, judaica y musulmana. «Queríamos con estas jornadas tender puentes entre las creencias de unos y otros, buscar los aspectos positivos que las unen», declara esta atea confesa. Sin embargo, la carga de trabajo se acumula y siguen contando con apenas una decena de pares de brazos para remar. Los festejos para celebrar veinte años de trabajo por los demás tendrán que esperar. S.F.B.