Decano de Económicas y Empresariales

Tal como se han desarrollado los acontecimientos en nuestra región en este lapso de tiempo, asocio el concepto de autonomía extremeña con tres ideas básicas.

La primera es la de desarrollo y progreso. En el transcurso de los últimos veinte años se ha producido en nuestra comunidad un cambio espectacular. Este cambio ha afectado de manera altamente positiva a las estructuras económicas y sociales en las que se venía cimentando nuestro bienestar. En otras palabras, es un hecho incuestionable que transcurridos esos veinte años, en Extremadura se vive bastante mejor.

Si nos detuviésemos a analizar por qué esto ha sido así, observaríamos que nuestra generación de riqueza ha sido superior a la media nacional, y nuestra renta per cápita ha aumentado considerablemente; incluso hemos conseguido corregir, en parte, los enormes desequilibrios que presentaban nuestros sectores productivos. Todo esto, junto con las ayudas recibidas del exterior, ha permitido poder dotar a nuestros pueblos y ciudades con unos equipamientos sociales inimaginables unos años antes.

La segunda idea es la de cercanía. Y cuando aludo a este vocablo lo quiero hacer en una doble vertiente: cercanía geográfica y cercanía cultural.

La cercanía geográfica implica un considerable acortamiento de distancias entre administradores y administrados; debería implicar también, aunque no siempre se haya conseguido, una mayor accesibilidad de los ciudadanos a los encargados de tomar las decisiones que nos conciernen o afectan.

Pero me refería, además, a una cercanía cultural, entendida como la forma de ser, de sentir, de pensar y de manifestarse de un pueblo. Pues bien, la autonomía ha posibilitado que nuestros dirigentes, sean del signo que sean, puedan entender, comprender y sentir nuestros problemas de una manera más directa, más sencilla y más responsable, ya que nuestros problemas son también los suyos y por tanto ellos son "uno de los nuestros".

La tercera idea con la que asocio nuestra autonomía es la que se refiere al espíritu regionalista, a la conciencia de ser extremeño. Soy consciente de que, generalmente, suele identificarse autonomía con conciencia regional. Yo, deliberadamente, me estoy refiriendo a ella en tercer lugar. No albergo la menor duda de que estos veinte años han servido para fortalecer nuestra históricamente debilitada conciencia autonomista.

Quizás, cada vez con mayor fuerza, el extremeño se siente orgulloso de ser extremeño, aunque muchos siempre nos hemos sentido así, pero en el transcurso de estos años de autonomía, ha ido calando en nuestras conciencias una lluvia fina que, si bien no ha llegado a empaparnos, sí nos ha salpicado de cierto espíritu de identidad común, de formar parte de un mismo pueblo.

No pretendo que de mis palabras pueda desprenderse que el Estatuto de Autonomía ha sido el maná que ha solucionado todos nuestros problemas. Queda mucho por hacer; podemos seguir mejorando; seguimos siendo una de las comunidades que ocupa el furgón de cola en niveles de riqueza, renta y desempleo, y contra todo ello tendremos que luchar en los próximos años. Pero sí digo que gracias al esfuerzo de todos, Extremadura ha conseguido progresar en su etapa autonómica. ¿Casualidad? Sinceramente creo que no.