La fuerza del viento se hizo notar en toda la geografía española, salvo en Canarias. Hubo rachas que superaron los 100 kilómetros por hora, especialmente en el área del Cantábrico, donde se registraron olas de hasta 8 metros de altura que obligaron a toda la flota pesquera a permanecer amarrada en los puertos. En Malpica (La Coruña), un operario del puerto cayó al mar arrastrado por una enorme ola. Las tareas de búsqueda se suspendieron al caer la noche sin haber logrado localizarlo.

Los pescadores no fueron los únicos que no pudieron ir a faenar. Los daños sufridos en las cubiertas de los pabellones polideportivos llevaron al Gobierno cántabro a suspender las clases en los colegios de toda la comunidad autónoma, como medida preventiva para evitar posibles desgracias.

Las imágenes de árboles caídos, muros, cornisas de edificios o tejados, recorrieron de norte a sur la geografía española. En la capital, Madrid, hubo problemas con el tráfico porque una gran valla publicitaria se descolgó de un edificio situado en la carretera de acceso desde Barcelona, obligando a suprimir dos carriles.

Cinco pasajeros de un crucero resultaron heridos en Palma de Mallorca y tuvieron que ser trasladados a diferentes hospitales después de que cayeran al mar tras romperse la pasarela mientras desembarcaban debido a un golpe de mar. La fuerza del vendaval golpeó también a las ciudades autónomas. La más perjudicada fue Melilla, donde cayeron 60 metros de la valla que separa las fronteras española y marroquí. El único dato positivo lo dio la energía eólica, que ayer batió su récord histórico de producción en todo el país.